La familia, cuna de los futuros emprendedores
Estoy en el aeropuerto luego de haber dado una conferencia sobre la incertidumbre que caracteriza al mundo de hoy, y lo impredecible de los cambios.
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Carolina Dell´Oro
Estoy en el aeropuerto luego de haber dado una conferencia sobre la incertidumbre que caracteriza al mundo de hoy, y lo impredecible de los cambios.
Y la pregunta que me hice al hablar sobre este tema fue ¿qué puede hacer cada uno de nosotros en este mundo cambiante y vertiginoso? Entonces, aparecen las palabras mágicas: innovar, emprender.
Y seguí en mi reflexión, preguntándome cómo logramos formar hombres y mujeres realmente emprendedores e innovadores. Se me vienen a la mente los mil y un talleres y conferencias sobre la materia. No obstante, hay un gran tema ausente: la educación para la innovación y emprendimento desde la primera infancia, desde el mismo núcleo familiar.
No olvidemos que el emprender es un acto humano por excelencia, que nos mueve a salir de nosotros para construir algo nuevo. Si bien esto es algo natural al ser humano, no es espontáneo, y por ello es necesario educarlo. Esa es la responsabilidad que hoy tenemos los adultos en medio de la vorágine en que vivimos. Parece ser que por aquí va el camino, no ya sólo en aprender a ser innovadores nosotros, sino en mirar a nuestros hijos y ayudarlos a crecer en esa senda.
¿Cuáles son las claves para educar en nuestros niños esta mirada?.
Sin duda, es necesario comenzar porque los niños se conozcan a sí mismos, y ello se logra a través del encuentro personal con ellos. Nuestros hijos se conocen viendo la imagen que sus padres tenemos de ellos y cómo los miramos. De esa forma podrán identificar sus fortalezas y debilidades, y así percibir y experimentar su originalidad, fuente inagotable de creatividad que es necesario cultivar.
De la misma forma que deben conocerse a sí mismos, es importante también que sean capaces de leer la realidad y entender lo que está pasando, para poder comprender el entorno en que deben moverse y al cual están llamados a aportar.
No cabe duda que es clave exigir, porque la exigencia es el único camino para que descubran su propia capacidad. Una exigencia acompañada de cariño, que no olvida que se debe tener fe en que son capaces, para impulsarlos a hacer grandes cosas.
En esta mirada, por supuesto no podemos olvidar que el mejor regalo que como adultos podemos entregar a nuestros niños, es el que aprendan a sobreponerse a las dificultades, a levantarse muchas veces y volver a comenzar. Esa es la clásica historia de cualquier emprendedor, que muchas veces comete errores, pero sabe aprender de ellos, y levantarse infatigablemente hasta lograr sus objetivos. Hagamos de nuestros hijos personas recias que no abandonen sus sueños en la mitad del camino.
No nos desgastemos por lograr ‘hijos armónicos’. No hay nada más propio de la naturaleza humana que la disarmonía, ya que son precisamente nuestras limitaciones los elementos clave que permiten fortalecernos, son la fuerza que nos impulsa a ser mejores, a progresar para salir adelante con mayor ímpetu. Esa es la forma de hacer de nuestros hijos mejores personas, los emprendedores del futuro, la semilla de la verdadera innovación.