Cábala
Padre Raúl Hasbún
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Aunque en su etimología tiene un significado religioso, popularmente la cábala se entiende y usa como modo supersticioso de atraer la buena suerte. Los deportistas son cabalistas. Expuestos semanalmente al enjuiciamiento inmisericorde de millones de espectadores y, según los resultados, a la pérdida o ganancia de millones de dólares, jugadores y entrenadores, administrativos y fanáticos de cada equipo apuestan a que la victoria les será concedida si eligen para ese día una determinada vestimenta, ingresan a la cancha pisando con este o aquel pie, portan una medalla recordatoria y promisoria de éxitos, exhiben tatuajes significativos de su imborrable vocación y voluntad de vencer (la otra cara de su inconfesable terror a ser derrotados), piden comenzar el juego en un sector de la cancha que les permita abrochar el resultado en los arcos donde suelen marcar los goles decisivos, hacen regar el pasto minutos antes de cada período, no tanto para facilitar la expedita ejecución de la propia estrategia y confundir al adversario, sino porque las veces en que no lo hicieron, perdieron. Cábalas a las que hay que sumar la plantación de determinadas especies arbóreas, la colocación en cabina técnica de botellas plásticas con agua supuestamente bendita, la purificación del camarín con incienso y la consulta al ratoncito, cocodrilo o pulpo que cual oráculo infalible sentenciará quién se llevará el trofeo.
Lo anterior no es sarcástico sino descriptivo. Muchos reaccionamos así ante el miedo de fracasar y la necesidad de triunfar. La cábala, como toda superstición, es un reforzamiento sicológico para el que piensa, o sabe, que con sus solas fuerzas probablemente no alcance para superar la adversidad. Y nada tiene que ver con la virtud de la esperanza y la fe en la oración: ambas presuponen que el candidato a triunfador confiará en Dios como si todo dependiera de la gracia divina, y trabajará con denuedo como si todo dependiera del esfuerzo humano.
Las cábalas arriba reseñadas son, en general, inofensivas; no generan sospechas o escándalos que ameriten una investigación; ni irrogan gastos de mayor cuantía. El entorno las evalúa con una sonrisa complaciente, burlona, o escéptica. No parece ser el caso de la postrera y fallida cábala de nuestra selección de fútbol. Dicen que el camarín vinculaba sus triunfos con la presencia en tribuna de la Presidenta Bachelet. De allí la “invitación” a que viajara a Brasil. Se supone que el que invita, paga. El costo asciende a muchos millones de pesos. La invitada viaja en avión presidencial, destinado a funciones propias de su oficio. Hay normas éticas y jurídicas que limitan la aceptabilidad de regalos. ¿Se investigará su aplicación?
Los argentinos invitaron a un brujo pero ganaron por Messi. Se clasifica a un Mundial por mérito y fe. La cábala es para mediocres que no confían en sí mismos ni en Dios.