Benedicto XVI: un ejemplo de consecuencia
- T+
- T-
Benedicto XVI sorprendió al mundo cuando con voz entera manifestó que “siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013 a las 20.00 horas la sede de Roma, la sede de San Pedro quedará vacante”.
La inmensidad del mensaje que esta decisión del Santo Padre encierra hace del todo necesario ahondar la reflexión en torno al legado que nos entrega.
Mi mirada se centra en el ejemplo de consecuencia que Benedicto XVI da al mundo y -muy especialmente- a los hombres y mujeres que ejercen cargos de poder u ostentan responsabilidades en las altas direcciones de los ámbitos público y privado.
El mundo y Chile están ansiosos de líderes consecuentes. Los partidos políticos necesitan dirigentes y militantes desprendidos que pongan sus capacidades al servicio de las ideas que profesan, alejándose de la búsqueda del poder por el poder. Empresas y organizaciones requieren también de jefes valerosos capaces de revisar sus conciencias para identificar lo bueno y malo de un actuar del cual muchos dependen. Todos necesitamos fortalecer valores como la honestidad, la serenidad y la humildad en un mundo que nos lleva al cultivo del ego con tendencias crecientes de sobre valoración de las virtudes propias y la no consideración de los méritos o virtudes que nos cuesta reconocer en los otros, especialmente en los humildes y menos poderosos.
Hemos sido testigos de que el Sumo Pontífice, el representante de Jesucristo en la Tierra, se desprende del poder y potestades que le fueran concedidas para recluirse a orar. Lo hace como el mismo define “después de haber examinado varias veces su conciencia ante Dios” llegando a la conclusión que sus “puntos fuertes, debido a la avanzada edad, ya no son apropiados para un adecuado ejercicio del ministerio petrino”. Magnífica demostración de humildad de quien es capaz de reconocer sus limitaciones. El Papa, caricaturizado como conservador, toma una decisión profundamente moderna en plena sintonía con las exigencias de los tiempos y de la sociedad.
El ejemplo que nos lega es impresionante. Serena y razonadamente, con plena libertad, guiado por su conciencia y la ponderación de sus capacidades, con un coraje increíble y una sencillez magnífica nos demuestra que el intelectual notable asume cabalmente que su persona es secundaria y que él como Papa está al servicio de una causa.
Benedicto XVI con su testimonio pone en el centro a la Iglesia y a la fe, supremos bienes que cautela con desapego a su propio ser. Para quienes somos cristianos el Papa nos recuerda que es Cristo el que guía a la Iglesia y que, por tanto, su alejamiento no significa quedar en la orfandad ya que siempre será El quien conduzca el timón de la barca de la Iglesia en las tormentosas aguas del mundo actual.
Para nosotros, hombres y mujeres de hoy tentados por la creencia que nuestra capacidades son las que mueven las instituciones que dirigimos, las empresas que controlamos, los países que gobernamos en la renuncia del Santo Padre hay muchos ejemplos que deberían guiar nuestro actuar.
Pero, el desprendimiento de su cargo no será el único legado del Papa. Su Pontificado fue rico en obras, actos y gestos que tal vez no se suponían cuando accedió como sucesor de San Pedro. El rescate de la espiritualidad y su enfrentamiento frontal a todo aquello que constituyera abuso, como los casos de pederastia, marcan una cultura y una forma de actuar que llevará a la Iglesia a depurar su imagen.
Benedicto XVI se inscribirá en la historia de la Iglesia y del mundo por su testimonio de consecuencia. Ojalá seamos capaces de extraer para nuestro propio actuar las lecciones de vida que el Santo Padre nos ha regalado.