Anexión: el regreso de una idea peligrosa
Gideon Rachman © 2020 The Financial Times Ltd.
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Gideon Rachman
¿Alguna vez se ha quedado despierto por la noche, soñando con anexionar parte de un país vecino? Si es así, usted no está solo.
Una encuesta reciente para el Centro de Investigación Pew reveló que un número sorprendente de europeos no están satisfechos con las fronteras de su país. Cuando se les preguntó si “hay partes de países vecinos que realmente nos pertenecen”, 67% de los húngaros respondió afirmativamente, al igual que 60% de los griegos, 58% de los búlgaros y los turcos, 53% de los rusos y 48%. Esos sentimientos también están presentes en Europa occidental: 37% de los españoles, 36% de los italianos y 30% de los alemanes también están de acuerdo con la declaración.
En tiempos normales, estas ideas no importarían mucho. Los húngaros, por ejemplo, pueden lamentar el Tratado de Trianón de 1920, que, según ellos, resultó en la pérdida de dos tercios de la tierra húngara, sin creer que recuperar ese territorio es una idea práctica. El peligro es que éstos no son tiempos normales. La idea de anexión, un tabú de larga data en la política internacional, está volviendo a la discusión política global. El desarrollo más importante se produjo con la toma de Rusia de Crimea de Ucrania en 2014. Sólo un grupo de países de dudosa reputación, incluyendo a Corea del Norte, Venezuela y Zimbabue, han reconocido la soberanía rusa sobre Crimea. Pero cinco años después, Moscú está apretando su control sobre el territorio. La mayor parte del mundo ahora acepta tácitamente que hay pocas posibilidades de que Crimea sea devuelta a Ucrania. En ese sentido, la anexión ha funcionado.
Actualmente, las elecciones israelíes se están realizando en el contexto de un debate sobre si Israel debiera anexar formalmente aproximadamente un tercio de Cisjordania y la mayor parte de Jerusalén Este.
Para ser claros, los habitantes en todos los países, ya sean rusos, chinos, húngaros o israelíes, son libres de acoger sus teorías sobre las fronteras de su nación. Las fronteras han cambiado a lo largo de la historia y siempre habrá grupos que, por razones étnicas o religiosas, sienten que están varados en el país equivocado.
La mejor manera de lidiar con tales dilemas es mediante acuerdos sólidos sobre los derechos de las minorías o acuerdos de doble ciudadanía. Pero no es inherentemente ilegítimo argumentar a favor de un cambio de fronteras. La clave es que cualquier cambio de este tipo debe hacerse a través de la negociación.
Los orígenes del tabú moderno contra la anexión se encuentran en la década de 1930. La incursión de Adolf Hitler en Renania, que precedió la anexión de Austria por parte de Alemania y el desmembramiento de Checoslovaquia, tuvieron éxito. Generaciones de políticos de la posguerra aprendieron una lección: permitir que las adquisiciones no sean cuestionadas es profundamente peligroso y finalmente resultará en una guerra.