En las últimas semanas hemos sido testigos de la creación de un nuevo mantra comunicacional. A diestra y siniestra se habla de la "Alianza Público-Privada" como si se tratara de la solución a todos los problemas que aquejan a nuestra alicaída economía. Pero ¿qué es la famosa "Alianza Público-Privada"?
Probablemente el ministro de Hacienda dirá que se trata de que el sector público (que él entiende como el gobierno) y el sector privado (que él entiende como las empresas y los avaros empresarios) trabajen en forma conjunta para hacer que el país avance con velocidad. Genial! De hecho, a Ricardo Lagos y Juan Claro, cuando fueron presidentes de la República y la Sofofa, respectivamente, les dio dividendos. A ellos y por cierto al país.
Pero sospecho que cuando la Presidenta y el ministro hablan de "Alianza Público-Privada" lo hacen desde una perspectiva distinta a la que diseñaron Lagos y Claro y a la que todos imaginamos. Suena más a un soberano invitando a sus súbditos a una tregua, que a un gobierno que reconoce que ha errado el camino y está dispuesto a enmendarlo.
Porque lamentablemente, los liderazgos de la Nueva Mayoría, parten de una premisa que, en mi opinión, es errada. Para ellos, el "sector público", del que se sienten con un cierto derecho de propiedad, está por encima del llamado "sector privado". El "sector público" es inmaculado y bien intencionado y por lo tanto tiene una mayor estatura moral que el "sector privado", cuyos motivos están vinculados al interés personal, las ganancias.. el maldito "lucro". Puesto así, la invitación parece más bien buscar que el sector privado adhiera lo que gobierno quiere –reforma educacional, reforma laboral, AFP Estatal, etc- y no a construir en conjunto.
Si la propuesta fuera sincera, las señales serían otras. Partirían por reconocer que tenemos un problema y que es necesario enmendar el rumbo, y no reafirmarlo con improvisadas propuestas de nuevas reformas y planes de reactivación de dudoso efecto a corto plazo. Con un plan de concesiones en obras públicas congelado, ahora hablamos de concesionar a privados futuras líneas del Metro.
Una verdadera alianza público-privada tiene que partir por poner las cosas en su lugar. El "sector público" está al servicio del "sector privado" y no al revés. Son los ciudadanos, personas e instituciones, quienes con sus impuestos dan trabajo a todos quienes tienen la responsabilidad de administrar el Estado. No es casual que a quienes trabajan en la administración del Estado se los llame servidores públicos. Aunque a menudo se les olvida, especialmente en los altos rangos, están llamados a administrar el Estado al servicio de los ciudadanos y no de sí mismos.
Esto que por obvio se olvida, lo entendió bien la izquierda y la derecha por mucho tiempo. Los líderes históricos de la Concertación, ya curados de la fiebre estatista de los 60, durante la mayor parte de sus gobiernos estructuraron políticas que promovieron la libertad y limitaron el sector público a lo necesario para darle el servicio que el sector privado requería para que el país se desarrollara. Los resultados están a la vista.
Lamentablemente, las actuales autoridades provienen de una generación más nueva e inexperta. Fueron educados en universidades privadas, tienen casas propias gracias a un sistema financiero basado en las AFP, se atienden en clínicas privadas y transitan por carreteras concesionadas, pero en sus profundidades sienten que el país podría ser más parecido al jardín del Edén, si ellos tomaran las decisiones por el resto. Creen que pueden ser filantrópicos con "lo público", pero se olvidan que se transformarán en el "ogro filantrópico" que tan bien retrató Octavio Paz.
Entonces nos invitan a construir una "Alianza Público -Privada", que de trabajo en conjunto no tiene mucho. Como diría la Presidenta: Paso.