2025, un año más positivo para una economía con tareas pendientes
ANDRÉS SANSONE Economista jefe de Banco Santander
En 2024 fuimos testigos de una economía que retomó su crecimiento, con cifras cercanas al 2,3%, superando los pronósticos del año anterior (la Encuesta de Expectativas Económicas proyectaba 1,7%). Con todo, esta cifra estuvo algo por debajo de las mejores previsiones del mercado a mediados del ejercicio, tras un buen inicio de año que se fue apagando con el correr de los meses.
Detrás de esta expansión estuvo el mayor dinamismo de los sectores exportadores de bienes y servicios. Las exportaciones de bienes alcanzaron un récord de US$ 100 mil millones y el crecimiento del turismo, especialmente de brasileños y argentinos, fue evidente. Esto último refleja que, en la medida en que le vaya mejor a la región y a nuestros vecinos, es beneficioso para todos.
“Es alentador que haya un acuerdo social y político en poner el crecimiento entre las prioridades, que esperamos que, en el marco de las elecciones presidenciales, se mantenga en el tiempo”.
¿En qué pie enfrentamos 2025? En términos macroeconómicos, sería un mejor año. Sí, es cierto que tendremos un PIB similar al de 2024, pero con una base distinta, porque veremos una fuerte recuperación de la demanda interna, en particular de la inversión que volvería a crecer sobre 5%. La inflación, si bien será transitoriamente más alta durante el primer semestre, terminará bajo 4% a fines de año, para converger a 3% a principios de 2026. Además, se espera que el Banco Central continúe con su reducción de tasas hacia la segunda mitad del período.
En el lado internacional, estimamos que la nueva administración de EEUU adoptará un enfoque pragmático, en el cual las promesas de campaña más extremas no se implementarán de manera plena. Con todo, habrá algo de mayor persistencia en la inflación global, tasas de interés altas por más tiempo y un dólar más fuerte.
¿Esto implica que no habrá riesgos? No, al igual que todos los años, nuestra economía debe enfrentar diversos frentes, pero también hay oportunidades. Por el lado de los riesgos, los eventos externos dominarán el panorama. Dependiendo de cuán profundas y a qué ritmo se apliquen las medidas proteccionistas del Gobierno de Donald Trump y el aumento del déficit fiscal, los efectos sobre la inflación y las tasas podrían ser mayores. Asimismo, seguirá latente la intensificación o el surgimiento de nuevos conflictos geopolíticos.
A nivel local, un escenario positivo sería avanzar en la reforma de pensiones. Esto pondría fin a años de incertidumbre, mejoraría la confianza de los inversionistas, fortalecería la profundidad del mercado de capitales y aumentaría la capacidad de financiamiento interno y la estabilidad del sistema financiero. Además, enviaría una señal clara a agencias crediticias sobre la recuperación de consensos políticos.
Con todo, sigue pendiente un gran desafío: aumentar el crecimiento de manera sostenible. Desde hace más de 10 años la expansión promedio es de 2%. Es alentador que haya un acuerdo social y político en poner el crecimiento entre las prioridades del país, que esperamos que, en el marco de las elecciones presidenciales, se mantenga en el tiempo.
En este proceso, al que se deben sumar tanto el sector público como privado, es importante advertir que no existen caminos fáciles o balas de plata que solucionen esta tarea de forma mágica. No podemos olvidar que el crecimiento del país es la suma del progreso de sus habitantes.