Un elefante en nuestra competitividad
GONZALO GUERRERO Abogado
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GONZALO GUERRERO
Hace algunos días un informe de la UDP informaba sobre la cantidad de días de licencia que tiene un trabajador del Estado en un año. Para 2023, los empleados públicos tuvieron en promedio un total de 28,9 días de licencia pagados, es decir casi un mes sin trabajar. Esta cifra más que duplica al compararse con los dependientes del sector privado (12,1) y a los independientes (11,2).
En medio de la discusión presupuestaria, cuyo foco está en cuánto aumenta el gasto público, deberíamos preguntarnos cómo nos estamos gastando esa gran cantidad de recursos. En las últimas dos décadas hemos multiplicado por tres el gasto público en términos reales, con un aumento muy relevante del gasto en personal, que también se multiplicó por tres.
“No nos podemos permitir un Estado ineficiente, que presiona por más recursos todos los años. En la discusión de la reforma tributaria, ¿hablaremos de las licencias por casi un mes que tienen los empleados públicos?”
¿Perciben los ciudadanos mejores servicios públicos en materias de seguridad, salud, educación o vivienda? ¿Se ha ampliado la infraestructura, mejorado los tiempos o hecho más eficiente la atención a las empresas?
Es lamentable decirlo, pero mientras en Perú se inaugura el puerto Chancay, con una inversión de US$ 1.300 millones, acá en Chile nos tomamos en algunos casos hasta una década en aprobar proyectos de inversión.
Por su parte, la ciudadanía ve con preocupación el deterioro de la educación pública, listas de esperas en hospitales que llegan a niveles críticos, demoras en la entrega de viviendas y una inseguridad insoportable que les roba la libertad y la paz.
El Banco Mundial posee un indicador que mide la efectividad del Gobierno, consolidando las percepciones sobre la calidad de servicios públicos, el servicio civil y la formulación e implementación de políticas públicas y la credibilidad del Gobierno. Desde el máximo que alcanzó Chile (2012) la efectividad cayó fuertemente en la última década, mientras el gasto fiscal se disparaba.
Un Estado cada vez más grande e ineficiente es un serio lastre a la competitividad del país. Para las empresas que operan en Chile se hace cada vez más difícil superar las barreras naturales con las que contamos si en vez de disponer con un aliado para el desarrollo tenemos un sector público cada vez más grueso y anquilosado.
Mientras seguimos buscando medidas paliativas para enfrentar la pérdida de competitividad, no somos conscientes del elefante que tenemos en la habitación. No nos podemos permitir un Estado ineficiente que además presiona por más recursos todos los años y en cada ciclo electoral. En la discusión de la próxima reforma tributaria, que según el Gobierno debe tener un enfoque equilibrado de recaudación, ¿hablaremos de las licencias por casi un mes que tienen los empleados públicos? ¿Pondremos el acento para revertir el aumento en tres veces del gasto en personal?
Si queremos ser competitivos en el contexto internacional, deberíamos empezar a correr a toda velocidad. Es difícil lograrlo si mientras lo intentamos tenemos que estar lidiando con este elefante.