Señor Director:
Un reportaje especial de The Economist en abril de 2012 señaló un cambio mega-tecnológico de fabricación que cambiará el mundo, generando una “tercera revolución industrial”. Este artículo se refiere a las impresoras nuevas 3D, que forman objetos sólidos a partir de polvo de distintas sustancias, con un proceso de dos a cuatro etapas. Puede ver las miríadas de ejemplos maravillosos del proceso, en YouTube. Este cambio podría transformar a Chile de un país proveedor de materias primas, en un país manufacturero y traer nuevos usos y métodos de procesar cobre, fierro, oro y plata.
Creo que estamos a punto, dentro de una década por lo menos, de “imprimir” en tres dimensiones un automóvil y los componentes para aviones, armas e insumos hechos de acero, cobre, fierro, oro, plata, carbón fibra y plástico. Pronto usted podrá incluso tener un modelo de tamaño natural de su bebé no nacido en sus manos. Los más tecnológicos están intentando lograr “imprimir” zapatos de cuero y hasta un riñón humano auténtico. Con dicha tecnología podremos “transportar” a lugares remotos, objetos de maquinaria u otras aplicaciones de forma digital, que se “imprimen” al instante. La tecnología modificará la dinámica de los controles fronterizos y de la defensa, la producción en las fábricas, la salud, la seguridad y mucho más. Ya hay “comunidades de fabricación en línea” para facilitar el proceso.
Esta tecnología no desaparecerá sino que crecerá y se hará más barata. En Chile provocará (1) el aumento en la demanda de polvo refinado de cobre, fierro, plata y oro y (2) el surgimiento de muchas pequeñitas fábricas, basadas en la tecnología de impresión 3D. Es la tendencia del futuro. Por ende, debemos prepararnos ahora para estar a la altura de estas demandas.
John Cobin
Académico Facultad de Economía y Negocios Universidad Andrés Bello
Señor Director:
Chile es un país en desarrollo y tiene un potencial aún mayor a través de una economía sana y el trabajo duro de su pueblo. Pero Chile carece de algo que necesita una gran potencia: fabricación. A pesar de los recursos naturales de aquí, los productos más importantes de Chile son agrícolas. Como resultado, los productos manufacturados tienen que ser importados, generalmente de China. Cuestan más, y son de calidad inferior. Se supone que un nuevo acuerdo comercial con China podría aliviar esto. Los chinos hacen mucho en beneficio propio, y no en otros países, así que tengan cuidado. Si los chilenos comenzaran a fabricar los productos que ahora se importan, los precios bajarían, se elevaría la calidad, y Chile podría tener casi pleno empleo.
Los empresarios chilenos deben pensar de lo que se importa ahora que se podría fabricar aquí, y cómo hacer que suceda. El desarrollo de una base de fabricación en Chile sería una tarea enorme por cierto, pero ¿los resultados no valen la pena?
Steven Yates
Ph.D., autor y filósofo. Instituto Inglés de Negocios Santiago
Señor Director:
Respecto a la columna publicada el día lunes sobre los denominados “impuestos verdes” y con el objetivo de entregar herramientas que contribuyan a un debate informado, es necesario hacer una serie de precisiones.
En los países de la OCDE los impuestos verdes se conocen como impuestos a las emisiones de CO2, y ciertamente generan innovaciones y mercados. Sin embargo, los impuestos que ha incluido el gobierno en la discusión de la reforma tributaria, se conocen en el mundo como impuesto a envases y embalajes, o impuestos a materiales y productos.
Este gravamen tiene la particularidad que no produce ningún efecto medioambiental, dado que no reducirá un kilo de desechos en los vertederos, fundamentalmente porque no genera incentivos para el reciclaje.
Si lo que se busca es contribuir al cuidado del medioambiente, en el sentido de los residuos sólidos, Chile necesita una Ley General de Residuos, bajo la cual los instrumentos económicos deben ser cuidadosemente escogidos a la luz de la evidencia exitosa de los países desarrollados.
Mariela Formas
Gerente general de Asipla