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Cartas

Cartas al Director

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 14 de agosto de 2014 a las 05:00 hrs.

¿Puntualidad argentina?


Señor Director:

Los signos de interrogación son porque Argentina ha entrado en defaults en varias décadas consecutivas, y hace algún rato algunos se preguntaban cuándo sería la próxima, teniendo en cuenta que ya habían pasado más de 10 años desde el default de 2001. Es bueno advertir, en todo caso, que Argentina no es el país que más veces ha dejado de pagar su deuda, ni mucho menos, pero sí el que lo ha hecho con mayor regularidad en el último tiempo.
También es bueno advertir que, en rigor, Argentina fue forzada al impago por una decisión judicial, y no por no tener los recursos para cumplir sus compromisos. Como ha sido ampliamente informado, fue un juez del Estado de Nueva York en Estados Unidos el que dictaminó que Argentina no podía pagarle a los acreedores que aceptaron la reestructuración de la deuda en 2005 y 2011, sin pagarle a los acreedores que no aceptaron dicha reestructuración. El problema es que al hacerlo –pagar a los “fondos buitres”- Argentina se exponía a una avalancha de demandas debido a que los contratos de los que aceptaron la reestructuración dicen que cualquier mejora a alguno de los deudores es extensible al resto. 
De manera que esta situación de impago resulta del pecado original cometido en el año 2001, por otra administración. Con todo, cabe preguntarse cómo el gobierno argentino no anticipó esta situación, y por ejemplo no procuró que “terceros” compraran esta deuda. Probablemente, el gobierno argentino estimó que se podía haber llegado a un arreglo judicial mejor, y no a este aparente callejón sin salida.
En todo caso hay consenso de que este evento no tendrá mayor repercusión en los mercados, en parte porque había sido anticipado, y en parte porque el acceso de Argentina al mercado financiero internacional ha estado bastante limitado en los últimos años.
Igualmente, esperamos un efecto más bien marginal en Chile, a diferencia de lo que ocurrió en 2001.


Alejandro Puente
, Académico Escuela de Ingeniería Comercial
Universidad Santo Tomás


Desgaste de Nueva Mayoría y sus reformas


Señor Director:

A ocho meses de la elección de Michelle Bachelet el panorama cambió en la Nueva Mayoría. De la disciplina, cohesión y armonía lograda en período de campaña ya no queda mucho y la disputa por imponer posturas y visiones distintas a las grandes reformas, han provocado un rápido desgaste de las relaciones entre los partidos del conglomerado. No existe una ruta y estructura clara para sacar adelante pilares fundamentales del programa de gobierno, y el debate interno de la Nueva Mayoría ha confundido a los mismos votantes que confiaron en su discurso.
Las cifras arrojadas en las distintas encuestas demuestran que las reformas han perdido apoyo por parte de la ciudadanía, al igual que el gobierno de la Nueva Mayoría. Sin embargo, Bachelet ha mantenido una aprobación alta, donde prácticamente no ha bajado de un 50%, que demuestra que su capital político está intacto. En este escenario de baja popularidad del gobierno, la oposición no ha logrado tener un rol determinante y los partidos de la alianza no pueden atribuirse como un triunfo propio el rápido desencanto de la opinión pública con el actual gobierno, ya que la centro derecha aún no logra rearticularse bien luego de la dura derrota en las elecciones pasadas. Gran parte de la responsabilidad es sólo de la Nueva Mayoría, que en un momento de campaña electoral logró cohesionarse y llegar a acuerdos, pero ahora las disputas internas y zancadillas entre sus propios líderes nos muestran otra realidad llena de incompatibilidades y diferencias que eran predecibles en una coalición donde deben coexistir partidos con bases y principios tan distintos. 
Llegó el momento en que Bachelet tendrá que arriesgar su capital político, salir a defender sus reformas y ordenar a sus parlamentarios y ministros. El cónclave de la semana pasada es la primera señal de que la mandataria sabe que el éxito de su coalición y las reformas dependen de ella. El espaldarazo que les dará a sus ministros más cuestionados y el traspaso de su capital político puede que tengan efectos negativos en su popularidad, pero de otra forma será difícil que la Nueva Mayoría logre cumplir con las expectativas de sus votantes, consolidarse como coalición y obtener el mismo porcentaje del electorado que confió y votó por ellos en las elecciones pasadas. El 2017 Bachelet no estará para ayudar a su coalición.

Nicolás Barceló L., Periodista y Magíster en Política y Gobierno UDP

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