Cartas

Cartas al Director

  • T+
  • T-

Compartir

Números que hablan


Señor Director:
Basta con mirar algunas cifras usando un lente sin sesgos ideológicos para darnos cuenta que la economía no va por buen camino. Es cierto, vamos algo mejor que el año pasado en algunos números, pero eso sólo deja en evidencia lo malo que fue 2014 y no lo favorable de 2015.
Primero: La economía crecería este año apenas en torno a 3% anual (¡con suerte!), apoyada por un enorme paquete de estímulo fiscal –que de alguna parte debe obtener los recursos–, y por la gran depreciación de nuestra moneda, que contribuye a hacer más competitivo al sector exportador (sin olvidar que en parte esta caída del peso es un reflejo de la debilidad de la economía local).
Segundo: El desempleo se ha mantenido sólo algo por sobre 6%, no obstante, escudriñando un poco los datos, vemos que detrás de esta contenida tasa de desempleo está la gran cantidad de creación de empleos asociados al sector público, esos mismos que se pagan con impuestos.
Tercero: La inflación se ha mantenido alta. Podemos culpar al dólar, pero también podríamos mirar en qué punto estaríamos sin la enorme ayuda derivada de la caída que exhibieron los combustibles, o qué habría pasado sin alza de impuestos. Como sea, se nos ha metido la mano al bolsillo a todos por esta vía.
Cuarto: El consumo por los suelos, la inversión en el subsuelo. Desconfianza generalizada que paraliza las decisiones de las personas.
Sería bueno dejar de escuchar a las autoridades decir que las cifras estuvieron en línea de lo esperado, o algo mejor de lo esperado. En un mundo donde lo que se espera es miserable, cualquier cosa resulta superior, pero no por eso sería algo genial ni digno de resaltar. Hacerlo habla de la mediocridad de varias autoridades. A ello se suman los escándalos que todos hemos presenciado.
El golpe de timón es demasiado necesario como para no darlo. Nombres hay... a ellos hay que sumar un cambio de rumbo.

Félix Berríos Theoduloz
Magíster Economía, PUC


Fallo regresivo


Señor Director:
Durante miles de años, el Estado –en todas sus variantes- fue utilizado por Pedro, Juan y Diego para la consecución de proyectos particulares y la satisfacción de sus propios intereses. Nunca en la historia de la humanidad, éste ha resultado ser neutro, ya que sus gobernantes no lo son. Siempre ha respondido a los caprichos de quienes sustentan el poder.


Es así como la evolución histórica lógica del fenómeno del poder transitó por el camino de la descentralización del mismo, al entregársele a los individuos. He ahí el principio de la subsidiariedad. El Estado no puede decidir qué agenda es buena o mala, y por tanto ha de aceptar y tratar por igual todos los criterios personales.


Hoy, como a fines del siglo XIX, vemos como vuelven aquellos cantos "ideológicos" de sirena murmurándonos en los oídos que el Estado solamente quiere lo mejor para todos, y que sus funcionarios –sobrehumanos- carecen de voluntad e intereses propios, soslayando miles de años de literatura. Está demostrado que la burocracia tiene su propia metafísica.


Muchos consideran que darle al Estado poder para decidir qué es bueno o no, es razonable ya que representaría el interés de todos, lo cual suena bastante bonito en el papel pero no es así. Lamentablemente este no es un problema ideológico sino práctico. La gente abusa del poder y lo utiliza en su propio beneficio, y el Estado es la máxima expresión de ello.


Nuestro Tribunal Constitucional en un fallo reciente se ha hecho eco de esta regresión, al resolver que el Estado es confiable y puede tomar decisiones desinteresadas sobre el bien y el mal, otorgándole chipe libre para privilegiar algunas agendas por sobre otras, desafortunadamente, cambiando un paradigma institucional que llevaba décadas establecido en Chile: qué es bueno o malo para ellos, lo deciden los individuos.

Cristián Gabler
Abogado

Lo más leído