Señor Director:
A comienzos del 2013 el panorama económico nacional parecía ser el más auspicioso de los últimos años. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo nos presentaba como el undécimo país receptor de inversión extranjera directa durante el 2012, registrando un ingreso de US$ 30.323 millones provenientes de diferentes naciones, 32,2% más que en 2011.
Este sería uno de los elementos que explicaría que luego la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico nos señalara como el país con mayores expectativas de crecimiento para este año, respaldados además por la demanda interna e importaciones.
Ahora es el Banco Mundial quien anuncia la incorporación de Chile al grupo de los países con más altos ingresos, lo que correspondería a US$12,616 dólares de ingreso nacional por habitante. Lamentablemente toda esta riqueza pareciera no llegar a todos, ya que seguimos siendo uno de los países con mayor desigualdad de la OCDE, donde el decil más rico gana 27 veces más que el decil con mayor índice de pobreza.
La prudencia monetaria del Gobierno ha mantenido una estabilidad financiera que no ha sufrido con la crisis económica presente en muchos mercados extranjeros, pero ahora es momento de revisar los indicadores sociales para que el crecimiento llegue no sólo a las grandes empresas y propietarios, si no que a la totalidad de los chilenos y de forma equitativa.
Lorena Baus
Subdirectora de la Escuela de Negocios de AIEP
Señor Director:
Tras la renuncia del candidato del oficialismo, los millones de pesos “invertidos” en las primarias, pagados por todos lo chilenos, han sido la peor inversión que el país ha realizado con el intento de mejorar la representatividad de nuestro sistema político. Ni pensar en lo útil que dichos recursos hubiesen sido para nuestra Salud o Educación.
RODRIGO GARCÍA PINOCHET
Señor Director:
En Chile la obesidad ha ido aumentando excesivamente en los últimos 30 años, siendo la enfermedad nutricional de mayor importancia y constituyendo un factor de riesgo independiente para enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades crónicas no transmisibles como hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2 y accidentes vasculares encefálicos, que representan la principal causa de morbi-mortalidad. Se presume que este fenómeno es consecuencia del mejoramiento económico, que ha significado un cambio cuali-cuantitativo en la alimentación, la cual se caracteriza por un alto consumo de alimentos procesados y de gran tenor graso.
A esto se suma el gran desarrollo de la industria alimentaria y la mejoría del poder adquisitivo, lo que lleva a las familias a comer mayormente fuera de casa o a comprar alimentos procesados que disminuyen el tiempo de preparación, pero también la calidad nutricional de los alimentos consumidos. Por otra parte, la utilización de tecnologías modernas asociadas a la entretención de los niños, se liga a la disminución de la actividad física y en consecuencia a la formación de hábitos sedentarios de recreación, lo que contribuye a un desequilibrio entre el consumo y el gasto energético con el consecuente aumento de la malnutrición por exceso (sobrepeso y obesidad).
Para ayudar a disminuir estas cifras tan alarmantes existen algunas estrategias que son esenciales de considerar: fortalecer y extender por lo menos durante los 6 primeros meses la lactancia materna, porque no sólo genera un mejor vinculo entre la madre y el hijo, sino que también evita el uso de fórmulas lácteas a tan temprana edad con el consecuente riesgo de sobrealimentar a los lactantes.
Para los padres que trabajan y deben dejar sus hijos al cuidado de terceras personas (abuelos, sala cuna, jardines infantiles) se recomienda ser partícipes de la elección de los alimentos que entregan a sus hijos.
Mabel Garrido
Directora Nutrición y Dietética Universidad Andrés Bello