Acuerdo de Asociación Transpacífico: ahí se nota futuro
Curioso que aquí en Chile no se le haya dado mayor importancia. Pero el avance logrado por nueve países para llevar adelante el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en inglés) es un gran paso para las perspectivas de nuestro desarrollo económico. Y lo importante es que Chile es uno de los padres fundadores de esta iniciativa.
Curioso que aquí en Chile no se le haya dado mayor importancia. Pero el avance logrado por nueve países para llevar adelante el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en inglés) es un gran paso para las perspectivas de nuestro desarrollo económico. Y lo importante es que Chile es uno de los padres fundadores de esta iniciativa.
Ya a fines de 2000 (lo viví de cerca como embajador en Nueva Zelanda) quedó claro que pensar en un Tratado de Libre Comercio entre ese país y Chile no tenía sentido. Producíamos lo mismo -vino, pino radiata, kiwis, entre otros- , en la misma temporada y bajo condiciones climáticas parecidas. Debíamos buscar otro camino: el de la asociación productiva y tecnológica. Las conversaciones avanzaron y ya en 2004 había un tercer interesado -Singapur- al cual, para sorpresa de muchos, se sumó Brunei. Así nació el P4, para impulsar esta mirada económica novedosa a través del Pacífico.
Pronto aparecieron otros interesados en sumarse a la idea, sobretodo porque las perspectivas de un gran acuerdo de libre comercio dentro de las 21 economías de APEC empezó a mostrarse difícil.
Y ahora, en el marco de la Cumbre de APEC 2011 en Hawai, fueron nueve países los que anunciaron haber trazado los detalles para un gran acuerdo. Ellos son: Australia, Brunei, Chile, Estados Unidos, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
No cabe duda que la criatura ha crecido. Japón, Canadá y México hicieron saber su deseo de unirse a este nuevo instrumento de libre comercio y, si ello ocurriera, el TPP llegaría a agrupar el 40% del comercio mundial y unos 800 millones de consumidores.
Lo importante -y en ello vemos una responsabilidad especial para Chile y Nueva Zelanda- es que este acuerdo no pierda el ADN original. Se trata no sólo de impulsar el comercio, sino también abordar proyectos de transferencias tecnológicas, de desarrollos tecnológicos conjuntos y de nuevas cadenas productivas, donde algunas partes son generadas en un cierto país y el resto en otros, según las mejores determinantes de costos y mano de obra calificada.
Para Chile esto significa asumir el desafío de una mejor formación de nuestros futuros profesionales y técnicos. Hay que avanzar a nuevos niveles de educación, con más calidad y más investigación ligada a las demandas verdaderas de nuestro desarrollo, (justo nos pilla el TPP enfrascados en la reforma educacional). Y así también podremos ascender en el Indice de Competitividad, ya no contentos sólo por ser los primeros en América Latina, sino por estar entre los mejores a nivel mundial.
Por eso es importante la frase usada por el presidente Sebastián Piñera tras la cita del TPP. Este es “un gigantesco paso adelante”, señaló. Lo es, pero también trae obligaciones de estar a la altura. Hizo bien en mostrar este acuerdo como un avance concreto, mientras la Ronda de Doha -esas negociaciones impulsadas por la Organización Mundial de Comercio para impulsar el comercio mundial entre 153 países- siguen trabadas. Así también lo vio el presidente Obama, anfitrión de esta cumbre, quien tras el acuerdo transpacífico dijo que este “tiene el potencial de ser un modelo no sólo para la región Asia-Pacífico sino también para futuros acuerdos comerciales”.
Los empresarios de los nueve países del TPP están muy atentos a que los avances sean rápidos y así lo subrayaron en Lima, en una declaración en la víspera de la cita en Hawai, entre ellos el presidente de la Cámara de Comercio Asia Pacífico de Chile, Francisco Garcés.
Hay detalles por concretar. Pero en este grupo se respira optimismo y la mirada está colocada más allá de las conmociones que aún traerá la crisis económica.
Chile no está en el G20, pero está en el TPP y en este “G9” (que de aquí a un año podría ser un G12) podemos jugar con la fuerza de quienes sabemos, desde el comienzo, de que se trata y por donde queremos caminar. Debiéramos darle la máxima importancia al análisis de sus consecuencias y desafíos, en un gran esfuerzo conjunto público/privado.