Matko Koljatic

Ser como Finlandia o Israel

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Por: Matko Koljatic | Publicado: Viernes 15 de diciembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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¿Puede Chile seguir dependiendo de la exportación de materias primas y la apertura de mercados para impulsar su crecimiento? Traigo el tema a colación ante la alarmante reducción de los fondos para financiar la investigación -una disminución de 15%- en el Presupuesto de 2018. Pienso que esta pregunta requiere una respuesta en el próximo período presidencial, sea quien sea el ganador el domingo. En busca de dicha respuesta hay dos países cuyas estrategias de desarrollo deberían ser consideradas: Finlandia e Israel.

Finlandia es reconocida universalmente por sus resultados educacionales y por la producción de bienes y servicios de alto valor agregado. ¿Como lo lograron? Hay un dato que lo dice todo: Finlandia es el país que en las últimas décadas invirtió más que todas las naciones del mundo en educación. Otro dato no menor es que Finlandia tiene educación gratuita, pero altamente selectiva.

Los estudiantes con promedios más altos en la primaria pasan a un liceo que los prepara para la universidad. Los que no alcanzan el promedio de notas de corte, pasan a un secundario vocacional en que estudian oficios. Con el avance de la globalización, el gobierno finlandés hizo algo más: masificó el aprendizaje del inglés y fortaleció las plantas académicas de las universidades a través de la contratación de académicos de las mejores universidades del mundo, para dictar cursos y presidir los comités de evaluación de pares.

Todo lo anterior se hizo en un marco de colaboración entre las instituciones académicas y las empresas privadas. Se constituyó así una economía del conocimiento con un círculo virtuoso entre ciencia y tecnología que permitió la transformación del país desde una economía agraria basada en la industria forestal a tener una industria de tecnología avanzada.

El paso de la ciencia a la tecnología es el paso difícil. Muchos países hacen buena ciencia, pero fallan en la transferencia tecnológica. Argentina, Brasil y Chile son buenos ejemplos de esa falla. Lo veo en el CEDENNA, un centro de investigación en nano ciencia y nano tecnología, en que me invitaron a ser miembro del directorio, que apoyado con financiamiento “basal” ha sido muy exitoso en generar “papers”, pero está en una etapa incipiente en su capacidad de hacer “productos” asociados con terceros.

Para salvar la falla, la experiencia a imitar es Israel. El 45% de los israelíes tienen estudios universitarios y es el país que produce anualmente más publicaciones científicas per cápita del mundo: 110 por cada 10.000 habitantes. También es el que mas invierte en innovación como porcentaje del producto bruto (4,5%). Ocupa además un lugar destacado en el número de compañías extranjeras listadas en el Nasdaq con más startups que todos los países europeos. En Israel son símbolos de estatus para los académicos la generación de patentes y haber lanzado una startup. El país no tiene una política industrial en que se seleccionen sectores ganadores o estratégicos, sino que cada proyecto se evalúa sobre la base de sus posibilidades comerciales.

Las grandes universidades israelíes no solo tienen departamentos encargados de promover la investigación sino que también han creado empresas privadas independientes con profesionales dedicados a tiempo completo a patentar y comercializar sus descubrimientos. Yissum, la empresa de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha registrado 5.500 patentes, varias de las cuales son productos comercializados por grandes compañías farmacéuticas mundiales. Si el desarrollo patentado se comercializa, el incentivo económico es de 40% para el investigador, 40% para la universidad y 20% para el laboratorio de investigación de la universidad.

En tiempos en que se discuten reformas a la educación superior, solo lograremos reducir nuestra dependencia de los recursos naturales aumentando los presupuestos para la investigación y cuando las universidades y empresas privadas colaboren en generar el círculo virtuoso entre ciencia y comercialización tecnológica que han logrado Finlandia e Israel.

Ser como Finlandia o Israel

 Solo lograremos reducir nuestra dependencia 

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