La crisis crediticia que se avecina
Nicolás Deino director ejecutivo Accenture Chile
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Nicolás Deino
El COVID-19 está afectando a todas las industrias y la banca no es la excepción. Aún no hemos tenido un terremoto como el de Lehman, pero, en el contexto de la pandemia, otro desastre financiero se ve en el horizonte: una crisis crediticia, por una ola de incumplimientos de pagos de créditos que amenaza con inundar el sistema bancario.
La situación financiera de las personas y las PYME es hoy muy difícil. Muchas empresas han sido devastadas por el COVID-19, mientras el desempleo en todo el mundo ha alcanzado cifras récord. En una encuesta reciente de Accenture, más de un tercio de los consumidores a nivel mundial dijo que cuenta con menos ingresos que antes la pandemia, mientras la OCDE proyecta un 30% de caída en los gastos de consumo en muchas economías avanzadas.
En ese escenario, las tendencias de la crisis financiera mundial de 2008 y el aumento del costo de riesgo en el primer cuatrimestre sugieren que podría llegar a su punto máximo en los próximos 24 meses. A medida que se desarrolle la crisis, los bancos desempeñarán un papel fundamental para ayudar a los consumidores y a las empresas. Se espera que no sólo proporcionen el capital, sino también el asesoramiento que construya un puente hacia un entorno macroeconómico más estable.
Las primeras etapas de la crisis crediticia ya están sobre nosotros y durará los próximos dos o tres años. En la primera fase, los bancos han actuado como mecanismo de transmisión de política pública, proporcionando de forma rápida y a escala el desembolso de préstamos, respaldados por el sector público, a los consumidores y empresas elegibles. En la segunda etapa, las decisiones en torno a la extensión de nuevos créditos será el centro de atención, en una economía cada vez más impulsada por la deuda. El FMI estima que la deuda en riesgo podría ascender a 19 billones de dólares. Como resultado, la tercera fase, la reestructuración de capital, será desencadenada por la comprensión de que en un mundo post-COVID muchas empresas podrían no ser económicamente viables.
En este contexto, los bancos deben desarrollar una estrategia de cartera y la supervisión de la ejecución, adaptar sus estrategias de crédito y cobro para considerar una amplia gama de factores, no sólo la recuperación de activos. En segundo lugar, deberán escalar rápida y simultáneamente para poder manejar la próxima ola de crédito. Muchos descubrirán que los métodos tradicionales de escalada no están a la altura de la crisis actual. Para prepararse, tendrán que asegurarse de que su modelo operativo, procesos, personas y tecnología son adecuados para manejar el aumento de la actividad.
En tercer lugar, impulsar una gestión de créditos digital. El aumento y la aceleración del intercambio de datos con los clientes dan a los bancos una visión más enriquecida para mejorar sus modelos de predicción de riesgos. Y, finalmente, impulsar el trabajo humano + máquina, para reforzar el servicio al cliente.
A medida que la crisis crediticia pasa por sus tres fases superpuestas, los bancos deben ir más allá de entregar dinero a las personas y las Pymes, deben cambiar su forma de trabajar. De esa manera, podrán optimizar el valor del dinero inyectado en la economía. El escenario que viene es desafiante. El momento de actuar es ahora.