Economía

Brasil: en el ojo del huracán

Seis grandes desafíos marcan el final de 2015 y se mantienen como las principales incógnitas para la economía global de cara al nuevo año que comienza.

Por: Diario Financiero | Publicado: Lunes 9 de noviembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Brasil está atravesando su peor recesión en décadas. Tal como ocurre normalmente durante estos episodios, el desempleo se ha disparado. Pero a pesar de la caída en la actividad, la inflación también se encuentra desatada. Si a eso se le suma el vacilante manejo económico de las autoridades locales y la amenaza de una crisis de gobernabilidad se tiene que el país está sufriendo una tormenta perfecta.

El momento no es el más oportuno, pero Brasil está obligado a hacer cambios en su economía, cueste lo que cueste.

Las expectativas apuntan a una caída del PIB de 3% para este año y de 1,22% para 2016. Esta sería la primera vez que el país vive dos años consecutivos de contracción del producto desde la crisis de los años '30. Y todo indica que todavía no ha tocado fondo porque las perspectivas para 2016 siguen empeorando con cada nueva proyección.

En paralelo, las creciente voces que claman por un juicio político en contra de la presidenta Dilma Rousseff mantienen elevada la incertidumbre en los mercados.

Y la ola de escándalos en torno a los contratos de la petrolera Petrobras y otras compañías estatales está comprometiendo a toda la clase política del país.

Pese a la turbulencia que han generado estos casos, algunos analistas valoran que una nación donde la corrupción se ha convertido en los últimos años en un mal endémico, por primera vez se estén tomando medidas reales para combatirla, con la policía investigando, los fiscales llevando a los sospechosos a juicio, y decenas de condenas de prisión para altas autoridades y ejecutivos, en vez de las sanciones simbólicas que predominaban en el pasado en estos casos.

Esto, a la larga, dará a la mayor economía de Sudamérica una base más sólida para impulsar su crecimiento en el futuro. El momento para sacar la basura que llevaba años escondida debajo de la alfombra no fue el más oportuno. Sin embargo, algunos dirán que pocas veces lo es.

El dilema del banco central

Brasil es el principal productor mundial de soya, azúcar, café, y frutas como naranjas y piñas. También es uno de los mayores productores de concentrado de hierro y petróleo.

Luego de años de bonanza, gracias al auge de los precios del crudo, los metales y los commodities agrícolas, el país ahora enfrenta una pronunciada contracción económica, que ha estado acompañada de elevadas tasas de inflación.

Después de una prolongada racha de endurecimiento monetario para contener las alzas de los precios, que llevó a la tasa de referencia Selic a un nivel de 14,25%, una de las más altas del mundo, el banco central de Brasil ha hecho una pausa en sus últimas dos reuniones. Aunque la inflación todavía no da muestras de ceder, la autoridad monetaria está apostando a que la desaceleración de la economía pronto comenzará a hacer mella sobre los precios.

La mayoría de los economistas, sin embargo, no comparten su optimismo, y la encuesta que realiza el instituto emisor entre los expertos locales muestra que la proyección mayoritaria es que la tasa tendrá que seguir subiendo todavía más.

El banco central se había fijado el próximo año como plazo para hacer converger la inflación de 9,5% hacia el techo de su rango meta (de entre 2,5% y 6,5%). Sin embargo, la autoridad declaró recientemente que ahora esá proyectando dicho escenario "en el horizonte de política monetaria", lo que se interpretó como que la nueva fecha sería el último trimestre de 2017. El economista de Goldman Sachs Group, Alberto Ramos, señaló que el comunicado de la autoridad trasuntaba pesimismo sobre el panorama económico.

Aunque la menor actividad debería estar haciendo caer los precios, las presiones inflacionarias se han sostenido por el derrumbe de la moneda local, el real, una de las divisas que más se ha depreciado frente al dólar en el último año. Esto ha encarecido los insumos comprados en el extranjeros en la moneda estadounidense, "importando" de esta manera una mayor inflación.

A diferencias de crisis anteriores, las autoridades no han intentado detener el desplome de la moneda. En el pasado, esta práctica provocó profundas crisis de devaluación, cuando la autoridad era incapaz de seguir apostando contra el mercado y finalmente se rendía, lo que hacia que el ajuste fuera más brutal.

Al permitir la caída de la moneda, la corrección se ha ido produciendo de forma más paulativa.

Y la depreciación no ha sido completamente mala. Tomando el ejemplo de economías como la de Chile, las autoridades de Brasil han permitido que el real caiga porque eso mejora la competitividad de sus exportaciones, y es una manera de que la economía se acomode al ciclo.

La mayor competitividad de las exportaciones, sumada al encarecimiento de las importaciones, permitirá que Brasil registre un superávit comercial este año. Las exportaciones superaron a las importaciones en más de US$ 2 mil millones en el primer semestre, en una tendencia que podría mantenerse, a medida que la demanda interna continúa frenándose.

Deuda "basura"

Las agencias calificadoras de riesgo han venido rebajando la clasificación de la deuda del gobierno de Brasil sucesivamente. En septiembre, Standard & Poor's recortó la nota soberana de Brasil a BB+, dentro del nivel especulativo equivalente a países como Rusia y Hungría y que se conoce normalmente como "bono basura".

A comienzos de octubre fue Fitch la última que recortó la calificación de Brasil, y aunque la mantuvo dentro del tramo más alto conocido como grado de inversión o investment grade, dejó la nota con perspectiva negativa y advirtió que si el panorama no mejoraba pronto podría recortala nuevamente antes del plazo de seis meses que normalmente se toma para esta medida.

Tanto S&P como Fitch han atribuido su decisión al creciente clima de confrontación que se vive en el sistema político y en el Congreso de Brasil, lo que ha impedido al gobierno avanzar con sus planes para equilibrar las cuentas fiscales. S&P señaló que las investigaciones de corrupción en desarrollo que comprometen a individuos y compañías de "alto perfil" y de distintos partidos políticos, aumentan la incertidumbre política en el corto plazo.

Según algunas estimaciones, la deuda pública de Brasil podría dispararse desde 47% del PIB el año pasado a 59% el próximo. El déficit fiscal, en tanto, podría llegar a 8% del PIB este año, proyecta S&P, mientras que Fitch lo ve incluso llegando a 9%.

Pero si una segunda agencia le quita a Brasil su investment grade, la situación va a empeorar aún más. Muchos de los grandes fondos de pensiones y de inversión en el mundo están impedidos por sus normativas internas de invertir en activos que no tengan al menos dos notas en el segmento superior de solvencia. Se estima que el efecto directo de que un país pase a nivel de bono basura es una caída durante el año siguiente de 65% en la inversión directa y de 98% en su participacion en los portafolios de inversión.

Inestabilidad política

El riesgo de inestabilidad política es alto en Brasil, en parte, debido al peligro de que la investigación por corrupción en la petrolera estatal Petrobras termine costándole el gobierno a la presidenta Rousseff, pero también porque aunque la mandataria no sea despojada de su cargo mientras dura la investigación, este proceso podría extenderse por un largo tiempo, con un evidente costo para la gobernabilidad del país. Si se considera además la alta resistencia que ha habido en el Congreso a su programa de reforma y su creciente impopularidad entre la población, su camino no se ve nada de fácil.

Las elecciones municipales de 2016 serán un anticipo de la batalla política mayor que se desarrollará en las elecciones presidenciales, estaduales y parlamentarias de octubre de 2018. Si Rousseff es destituida o renuncia estas votaciones se adelantarán.

El mentor político y predecesor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, encabezó uno de los gobiernos más exitosos y populares en la historia del país, y ahora podría volver a postularse por el gobernante Partido de los Trabajadores. Por el opositor Partido Socialdemócrata, en tanto, las dos principales cartas podrían ser el antiguo aspirante al sillón presidencial, Aécio Neves, que fue derrotado por Rousseff en su última reelección, y el actual gobernador del Estado de Sao Paulo, Geraldo Alckmin.

Por su parte, el actual socio del PT en la coalición de gobierno, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), se ha distanciado de Rousseff y probablemente salga de la alianza con vistas a potenciar una candidatura presidencial de sus propias filas.

Un factor inesperado en la arena política ha sido el "fuego amigo" que ha recibido Rousseff desde sus partidos aliados, desde dentro de su propio partido, e incluso de parte del ex presidente Lula, quien ha criticado las políticas de austeridad de su gobierno.

La mandataria, sin embargo, ha mantenido una decidida defensa de su ministro de finanzas, Joaquim Levy, rechazando los llamados para que deje el cargo.

Pese a los esfuerzos por desmarcarse del gobierno, no es claro que el PT vaya a salvarse, debido a que su popularidad ya se había derrumbado incluso antes de la llegada de la recesión. La participación de algunos de sus militantes en el escándalo de Petrobras le restó apoyo popular.

Descontento social y Juegos Olímpicos

Dos elementos han contribuido a elevar el nivel del descontento social: los escándalos de corrupción y el alto desempleo. En agosto, el desempleo libre de efectos estacionales marcaba un 7,3% y se proyecta que en el primer semestre de 2016 podría llegar a subir hasta un 10%, causando un duro golpe a sectores de la población que en los últimos años se había venido beneficiando de un mejoramiento en sus condiciones de vida y que, en muchos casos, los había convertido en consumidores y en sujetos de crédito por primera vez en su vida.

Aunque las marchas callejeras pidiendo el juicio político a Rousseff han disminuido en masividad, los índices de popularidad de la mandataria se mantienen en el piso. Las encuestas no suben del 15% de respaldo y dos tercios de sus compatriotas señalan que están de acuerdo con que se le destituya.

Como corolario, se anunció un recorte del 10% en el presupuesto de los próximos Juegos Olímpicos, que tendrán lugar en Río en 2016. Se trata de ahorrar unos US$267 millones. El desafío es hacerlo cumpliendo con la estrategia de hacer recortes eficientes y el espíritu es lograrlo sin "que se note pobreza". Por lo pronto se descartó una de las ideas que surgieron en tiempos de bonanza: dotar de un monumental segundo piso al estadio Maracaná para dar mayor realce al show de apertura.

La muerte de las aperturas a bolsa

Brasil era hasta antes de la crisis el segundo mercado emergente donde más Ofertas Públicas Iniciales (OPI) de acciones se realizaban en la bolsa. Pero luego del estallido de la actual debacle económica y política que afecta al país, este negocio ha desaparecido prácticamente por completo. La única apertura a bolsa que se ha concretado durante este año fue la de FPC Par Corredora de Seguros, la que recaudó US$ 229 millones.
Con esta cifra no se alcanzó ni siquiera el 1% del monto que se registró en la bolsa de Sao Paulo en 2007, el año en que las OPI vivieron su mejor momento.

Luego de que dos compañías de seguros decidieran aplazar sus listamientos a bolsa, lo más probable es que el año no tenga en Brasil más novedades en esta materia. La petrolera estatal Petrobras, que está en el centro de un escándalo de corrupción que está sacudiendo a la clase política del país, descartó la opción de abrir a bolsa su unidad de distribución de combustibles BR Distribuidora, lo que formaba parte de sus planes para recortar deuda y fortalecer su balance en medio del impacto que ha sufrido por el desplome en los precios mundiales del petrólo.

Oficialmente, Petrobras señala que se encuentra en busca de un socio estratégico para concretar la operación, pero con el índice Bovespa en picada nadie espera que concrete su anuncio en el mediano plazo.

Esta realidad ha golpeado duramente a los bancos de inversiones en el país, que en el pasado obtenían una parte importante de sus ingresos ayudando a las empresas a estructurar estas operaciones. Algunos operadores importantes, como UBS y Barclays han disminuidos sus equipos en Sao Paulo. El último en anunciar el recorte de sus operaciones en el país fue Deutsche Bank, que a fines de octubre informó que trasladaría una parte de su negocio local a Nueva York. Las operaciones de fusiones y adquisiciones también han estado sufriendo las consecuencias del peor año en una década.

En la banca retail y corporativa, el aumento de la morosidad de personas y empresas está engrosando la cartera de préstamos incobrables de las instituciones, obligándolas a aumentar sus provisiones y estrechando de forma significativa los márgenes del negocio.

En realidad, el único negocio para la banca que ha estado creciendo en el país es el de reestructuraciones. Y es que muchas compañías están pasando por momentos difíciles tratando de cumplir con la deuda adquirida en los años del boom de crédito barato.

La crisis de Petrobras ha golpeado además particularmente a las empresas del sector de la construcción y de infraestructura. Cuestionadas por supuestos pagos de sobornos, se han quedado ahora afuera de las licitaciones públicas. Y entre ellas estaban algunos de los clientes más importantes que tenían los bancos brasileños, por lo que la crisis del sector también ha repercutido indirectamente sobre las entidades que las financiaban.

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