La tormenta perfecta que puso en jaque a las grandes empresas
El conflicto no es nuevo, pero se vio intensificado con la disrupción causada por la pandemia. A ello se suman factores propios de la fabricación e incluso aspectos políticos que terminarían reflejándose en los precios finales de productos.
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La crisis de chips podría atribuirse a un error de cálculo cuando la pandemia surgió el año pasado. Las empresas anticiparon que la gente reduciría sus costos en medio de la incertidumbre y los tiempos difíciles, pero por el contrario, empezaron a comprar tecnología para hacer frente al encierro y al teletrabajo.
“Compraron mejores computadores, con pantallas más grandes, para poder trabajar de forma remota. Fue necesario reforzar el aprendizaje a distancia, y también pensar en cómo hacer la vida en cuarentena más agradable. Toda esa demanda le sacó cuentas a los fabricantes de chips”, cuenta Marcelo Bertolami, gerente general para las Américas de Intel.
Así, casi todas las compañías de la industria se toparon con la imposibilidad de seguirle el ritmo a esa explosiva demanda y, además, con los cierres de fronteras y medidas restrictivas que les impedía enviar y entregar envíos de las órdenes ya existentes.
A ello se suma el hecho de que los tiempos de producción y los procesos de estos diminutos aparatos -hoy inmersos en casi todos los objetos en manos de las personas- son complejos. Una de las piezas clave, llamada oblea, por ejemplo, tarda al menos seis meses en “cocinarse”.
También hay un componente político. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China han contribuido a la escasez de los procesadores afectando a industrias completas, según el presidente de Taiwan Semiconductor Manufacturing, Mark Liu.
El constante enfrentamiento entre las dos principales economías del globo ha provocado un cambio en la cadena de suministro y ha presionado a algunas firmas a duplicar los pedidos para asegurar inventario. Otras, en tanto, se han apresurado a llenar el vacío que dejó Huawei en el mercado, a partir de las sanciones de Washington en su contra.
De esta forma, los plazos de entrega -la brecha entre pedir un chip y recibirlo- aumentó a 16 semanas en marzo, lo que indica que la escasez de estos componentes se está intensificando, apunta una investigación de Susquehanna Financial Group.
Si bien expertos de la industria estiman que no habrá impacto, por ejemplo, en el precio de los procesadores en sí mismos, todo apunta a que sí se verá en los productos finales. “La demanda de productos electrónicos tan fuerte le da a las empresas el poder de subir los precios”, dice Neil Campling, analista de Mirabaud Securities.
La crisis ha llegado tan lejos que, este lunes, fabricantes como General Motors, Ford, Volkswagen, Toyota y Hyundai se reúnen con el gobierno de Joe Biden en búsqueda de una pronta solución a la escasez de los procesadores.