Zach Elkins: “Bien se podría hacer una reforma parecida a la de 2005, pero sería algo simbólico”
la estabilidad y longevidad de los textos fundacionales suele estar ligada a la flexibilidad para adoptar cambios.
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Desde 1975 se han producido en el mundo más de 200 cambios constitucionales, y el mayor período de cambios se dio entre los años 80 y 90, a consecuencia del fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética..
En el registro realizado por el programa Innovación para Sociedades Exitosas de la Universidad de Princenton, hay países ausentes, como Estados Unidos o Reino Unido. Hay otros que aparecen una sola vez, como Argentina, con su Constitución de 1994, o Brasil con su texto que data de 1988. Pero también hay un grupo de países, especialmente de África y Medio Oriente, que han realizado más de dos o tres reformas constitucionales. Uno de ellos es Afganistán, que en los últimos 40 años ha reemplazado su Constitución cuatro veces.
En su libro “The Endurance of National Constitutions”, los académicos Zach Elkins, Tom Ginsburg y James Melton identifican casos extremos como República Dominicana, con 33 constituciones a su haber, versus países con constituciones centenarias. De hecho, en 2014 Ginsburg apuntaba cómo Chile se caracteriza por una larga tradición de estabilidad constitucional. Según el académico de la Universidad de Chicago, la Constitución de 1980 comparte elementos de sus dos predecesoras de 1833 y 1925. Es más, “la Constitución de 1833 es la decimoquinta más duradera entre más de 900 constituciones nacionales adoptadas desde 1789”.
Tras analizar todos los cambios ocurridos en las constituciones aprobadas en el mundo entre 1789 y 2005, los académicos concluyen que la “vida promedio” de una constitución es 19 años. Según Thomas Jefferson, las constituciones deberían cambiar cada generación, para adaptarse a las nuevas realidades de los países.
Sin embargo, uno de los argumentos más usados contra la idea de una reforma constitucional, es que se trata de un acto propio de Estados inestables, y por ende menos desarrollados.
En conversación con Diario Financiero, Elkins, se dice contrario al exceso de reformismo, y explica que el vínculo entre cambios constitucionales e inestabilidad viene del “problemático” camino que se sigue en Latinoamérica. “Aunque con mucho respeto a las constituciones bolivarianas, el problema es que algunas reformas en Latinoamérica usan la Constitución para prolongarse en el poder o entregar más poder al Ejecutivo. Si cambias la máxima ley para beneficiar a una sola persona, es muy problemático”, detalla.
Este es el tipo de reformas constitucionales que tienden a no durar mucho tiempo, pues no son sostenibles, agrega Elkins, profesor en la Universidad de Texas en Austin. Chile se distingue de sus vecinos, pues la presión reformista no viene desde el Ejecutivo.
Por otro lado, aunque el desarrollo económico es un factor que disminuye el riesgo de mortalidad de una Constitución, las crisis económicas inciden menos que otros fenómenos, como un cambio de régimen político. Elkins menciona espontáneamente el caso de Argentina, donde a pesar de las crisis recurrentes, mantienen la Constitución de 1853 (reformada en 1994). “Estoy muy sorprendido de que esto esté pasando en Santiago y no en Buenos Aires”, dice.
Entonces, ¿cuándo mueren las constituciones?
Elkins y sus coautores identifican causas fisiológicas y ambientales que juegan un rol. Entre las primeras está la rigidez del texto ante posibles cambios. En las razones “externas”, aparecen desde cambios territoriales a guerras. Bien pueden darse una o más causas al mismo tiempo.
Elkins agrega otro factor: “Las constituciones son muy simbólicas, pueden aportar a la unidad de una nación, y una reforma constitucional también puede lograr eso, por la conversación que se genera sobre el país que se quiere. En Brasil (1988) fue un momento fantástico, incluso si los cambios a la Constitución no son en sí mismos en realidad grandes”.
El académico sostiene que, en algunos casos, una reforma no es necesaria, “pero es útil”. Elkins plantea que probablemente sería el caso de chile. “Bien se podría hacer una reforma parecida a la de 2005, pero sería algo simbólico, como la Constitución de los ciudadanos”.
¿Cuál es el ideal? ¿Una Constitución longeva que garantice estabilidad o su recambio generacional, como sugería Jefferson? Para Elkins la respuesta es: una combinación de ambas. “Una Constitución lo suficientemente inclusiva para garantizar el respaldo de la sociedad a través del tiempo, pero lo suficientemente flexible para adaptarse a los cambios, sin necesidad de reescribirla”.
Cuestión de mayoría
Las decisiones que pueden cambiar la vida de un país no deberían depender de una mayoría simple. Esa es la idea detrás de la "Supermayoría", o mayoría cualificada: evitar que decisiones de vital importancia puedan ser impuestas a una minoría con importante representación.
Es el caso del Brexit. En el referéndum de 2016, la opción a favor de dejar la Unión Europea ganó con un 51,9% versus 48,1%. El estrecho resultado ha paralizado al país durante tres años. Para evitar estos casos, la mayoría de las constituciones del mundo requiere que los cambios sean aprobados en votos de dos tercios (de una asamblea constituyente, del Congreso o de cada cámara). A lo que se suelen sumar requisitos extras, como un referéndum.
La Constitución de Alemania establece que cualquier cambio debe ser aprobado por dos tercios de cada cámara del Parlamento, pero hay artículos (fundamentales) que no pueden modificarse. Singapur exige que cambios que afecten los derechos fundamentales o el sistema presidencial sean aprobados por dos tercios de electores en un referéndum. Una rápida revisión permite observar que la opción de la mayoría de 4/5 es más usada por países en África, con una historia de guerra civil, como Costa de Marfil y Nigeria. Otra opción menos usada es la de 3/4 (Bulgaria, Congo).