El futuro ya no es lo que solía ser, ni el presente. Este es el tema central de “The Great Stagnation“ de Tyler Cowen de la universidad George Mason. Un librito influyente aunque deprimente, publicado por primera vez en Internet.* El foco central está en el subtítulo: “Cómo EEUU se comió toda la fruta que estaba en las ramas bajas de la historia moderna, se sintió mal y (eventualmente) se va a aliviar”. El libro es un modelo de escritura popular: lúcido, breve y provocativo.
“EEUU está en caos” asegura Cowen, “y nuestra economía nos está fallando”. Apunta al lento crecimiento de los salarios medios desde los ‘70, las ilusiones del 2000 y la ausencia de “nueva creación neta de empleos en esta última década”. Más aún, “afrontamos una crisis fiscal de largo plazo, impulsada por los crecientes costos sociales, nuestra (...) dependencia de la deuda, y nuestra actitud de dejar las cosas para después en vez de pagar nuestras cuentas”.
Todo eso resulta familiar. Más novedosa es la forma en que explica el predicamento de EEUU: “La economía norteamericana se ha beneficiado de (...) fruta al alcance de su mano al menos desde el siglo XVII, ya sean tierras gratuitas, mano de obra inmigrante o poderosas nuevas tecnologías. Sin embargo, durante los últimos 40 años, esa fruta accesible comenzó a escasear, y empezamos a fingir que seguía ahí. No hemos podido entender que nos encontramos en la meseta tecnológica y que los árboles son más ralos de lo que solían ser. Eso es. Eso es lo que falló”.
El papel de los recursos baratos y la mano de obra importada en el crecimiento pasado de EEUU está claro, pero Cowen agrega un punto importante. En el año 1900, sólo 6,4% de los estadounidenses se graduaban en la secundaria. A fines de los ‘60, este ratio alcanzó un máximo de 80%. Igualmente, para 2009, un 40% de la población entre 18 y 24 años ya estaba matriculada en la universidad. Mejorar la calidad de la fuerza laboral es cada vez más difícil.
La principal causa del sostenido crecimiento económico son -por mucho- las nuevas ideas. Desafortunadamente, la innovación también ha disminuido. El punto más alto se alcanzó a fines del siglo XIX y comienzos del XX, que produjeron los químicos modernos y los fertilizantes artificiales; la electricidad y el motor eléctrico, luz, refrigeradores, aspiradoras, aire acondicionado, la radio, el fonógrafo y la televisión; el motor de combustión interna y el automóvil; los aviones; la farmacéutica; y, la producción en masa. Estas cosas transformaron nuestras vidas.
“Hoy, en cambio”, argumenta Cowen, “aparte de una aparentemente mágica Internet, la vida en términos generales no es muy diferente de lo que era en 1953”. Agregaría el computador y los teléfonos celulares. Pero es difícil no concordar en que el flujo de innovaciones fundamentales se ha frenado. Innovar hoy es más difícil y más caro.
Para justificar su pesimismo, Cowen se apoya en el estancamiento en los ingresos de la familia media desde mediados de los ‘70. En el primer trimestre de 2007, el PIB per cápita era 13% menor de lo que hubiera sido si la tendencia de 1947-73 hubiera continuado. Para el tercer trimestre de 2011, era 22% menor. En un estudio, Robert Gordon de la universidad de Northwestern concluye de manera similar que el crecimiento de la productividad total de factores en las empresas no agrícolas alcanzó su máximo en la primera mitad del siglo XX y se derrumbó entre 1972 y 1996**. Más tarde repuntó con la ola de la “nueva economía”, pero este impulso se ha debilitado.
Es posible cuestionar detalles de las tesis de Cowen. Exagera el papel negativo de un gobierno más grande y subestima su lado positivo. La creación de Internet en un organismo público es un ejemplo. Pero en general parece tener razón.
¿Qué implica el estancamiento para EEUU y el resto del mundo?
Cowen presenta dos conclusiones. La primera es que “la política es muy difícil en EEUU sin mucha fruta al alcance de la mano”. La segunda es que la explicación de la crisis financiera es que “creímos ser más ricos de lo que éramos”. De hecho, cree que los norteamericanos han hecho demandas que no podrían pagar. Bien podría ser verdad que el deseo de pedir tanto prestado y de resistir tanto mayores impuestos como menores gastos reflejan un aumento decepcionante de los ingresos reales. También la evidente extracción de renta en el explosivo crecimiento del sector financiero es causa y consecuencia del “gran estancamiento”. Cowen incluso cree que la economía de EEUU está cercana del pleno empleo. No creo eso, pero la tendencia de largo plazo es decididamente decepcionante.
Ahora consideremos el resto del mundo. Hay buenas y malas noticias. Las buenas son que gran parte de la humanidad vive en economías que están lejos del frente económico. La producción real china es un quinto de la de EEUU y la india menos de un décimo. Por eso la mejora en educación ofrece grandes oportunidades. El potencial de incorporar un grupo mucho mayor de personas a las innovaciones científicas también es grande.
La mala es que el fin de la era de recursos baratos no sólo afecta a EEUU. Lo que alguna vez se consideró gratuito, ahora es caro. Al ser confrontados con elecciones dolorosas, los humanos optan por la negación. Eso puede no importar tanto cuando los recursos pueden comercializarse. Importa más cuando no pueden, como los mares y el aire. Aquí también se requiere una gran innovación. Pero para que eso suceda, el mundo debe ofrecer los incentivos adecuados y eso requiere el reconocimiento de límites.
Me gusta este libro: parte desde una tesis provocadora y termina abogando por inversión en ciencia. No concuerdo con todo, pero es bueno recordar que hay noticias económicas más importantes que el fracaso de las finanzas. A largo plazo, nuestro futuro depende de buenas ideas.
*Dutton, New York, June 2011.
**“Revisiting US Productivity Growth”, marzo 2010, www.nber.org.