Lecciones de MBA de la exigencia laboral de Elon Musk
El concepto de Elon Musk sobre el trabajo podría interpretarse como la "cultura del estrés" llevada al extremo, pero la adicción al trabajo puede tener nefastas consecuencias.
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Poco después de que Elon Musk asumiera el control de Twitter el pasado octubre, hizo un comentario que marcó un momento crucial para la empresa y para el trabajo en general. Advirtió de que los empleados debían comprometerse con una cultura laboral "extremadamente dura" o renunciar.
El planteamiento de Musk sobre el trabajo podría interpretarse como un ideal casi platónico de la "cultura del estrés" llevada al extremo, una visión en la que la autoestima se define por el trabajo y el esfuerzo constantes. Pero la adicción al trabajo puede tener nefastas consecuencias. La creencia de que tomarse descansos es un signo de debilidad puede incluso ser letal: en 2017, un periodista japonés murió de insuficiencia cardíaca, después de hacer 159 horas extras en un mes.
Para los estudiantes de empresariales, la reacción contra el edicto de Musk debería resultar aleccionadora. Las personas influyentes y los ejecutivos que venden autobiografías e intentan impresionar a los inversores tienden a valorar la adicción al trabajo. Pero los investigadores cuestionan cada vez más si tiene algún sentido a la hora de dirigir una empresa que se considere buena o ética.
Silvia Bellezza, profesora asociada de márketing empresarial en Columbia Business School de Nueva York, afirma que la resistencia a la presión de trabajar en exceso refleja un cambio importante entre los jóvenes profesionales. Esto sigue a un movimiento anterior hacia la glorificación de la cultura del exceso de trabajo, también conocida como "cultura del agotamiento".
"Un estilo de vida con exceso de trabajo siempre ha sido un símbolo de estatus y una insignia de honor", explica. Según Bellezza, los CEO de hoy en día se suelen considerar "adictos al trabajo".
Seguramente el símbolo más elocuente del giro de Twitter hacia la cultura del estrés fue la instalación de camas en su sede, una medida que llevó a las autoridades municipales de San Francisco a empezar a investigar a la empresa. El propio Musk declaró que "nadie ha cambiado el mundo con 40 horas a la semana".
Pero, en términos generales, el Covid-19 ha provocado un alejamiento de este tipo de filosofía: muchos empleados que trabajaron en remoto durante la pandemia, ahora prefieren pasar menos tiempo viajando y más con sus familias.
Anteriormente, los empleados recurrían a LinkedIn para publicar ascensos a puestos impresionantes y aumentos salariales, pero Bellezza afirma que ahora muchos presumen online de haber dejado el empleo, sumándose a lo que se conoce como gran dimisión.
El cambio no se limita a Estados Unidos, añade. En China, el movimiento tang ping (que significa tumbarse) de 2021 surgió como símbolo de protesta contra un mercado laboral hipercompetitivo y otras presiones sociales a las que se enfrentan los millennials y la Generación Z.
"Estas tendencias y observaciones apuntan al hecho de que las largas jornadas laborales no parecen tener el mismo atractivo que antes de la pandemia para las nuevas generaciones de directivos", afirma Bellezza.
Esto debería hacer reflexionar a los estudiantes de empresariales cuando se plantea la cuestión de cómo motivar a los empleados. También podrían pensar en cómo la cultura que se impone afecta a los trabajadores de todos los niveles de la empresa. James Muldoon, autor de un informe publicado el año pasado por la organización de investigación independiente Autonomy que estudió la cultura del exceso de trabajo cree que el discurso de los gurús de la autoayuda y de los directivos, según el cual el éxito se debe únicamente al trabajo duro y al esfuerzo personal, es engañoso. Para Muldoon, la lección más importante para los estudiantes es que las políticas de las empresas son el resultado de la visión que sus dirigentes persiguen.
Trabajo extremo
Elon Musk, el exitoso lider de Tesla y SpaceX, es un abanderado de la cultura del trabajo extremo para la que tomarse descansos es un signo de debilidad. Pero desde la pandemia, esa cultura ha ido perdiendo adeptos, especialmente entre las generaciones más jóvenes.