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Cómo el coronavirus se convirtió en la peor pesadilla de los gobiernos populistas
Un estudio reciente de Sciences Po plantea que estos líderes han sido más lentos en su respuesta a la pandemia que sus pares, y que implementaron menos medidas de protección a la salud en febrero y marzo.
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Cuidemos el medio ambiente
Las fórmulas para enfrentar la pandemia han sido tan variadas como el número de países que hay en el mundo, y todavía no hay una favorita que convenza a los expertos.
Los asiáticos parecen haber seguido el ejemplo de China, implementando rápidos cierres reforzados por sólidas estrategias de rastreo. Los europeos y latinoamericanos demoraron más en tomar medidas estrictas, lo que le ha pasado la cuenta a la salud de las personas y a la economía. Pero la geografía no es el único elemento común.
"El grado de polarización política parece importar", dice Jonas Wolff, jefe del Departamento de Investigación "Conflicto intraestatal" del Peace Research Institute Frankfurt, y señala que los gobiernos que han logrado unir sociedades detrás de su estrategia contra la pandemia "lo están haciendo relativamente bien, en términos generales, mientras que los países polarizados y los gobiernos que han fomentado la polarización tienden a salir peor".
Quizás el ejemplo más evidente de extremismo es el gigante norteamericano bajo el liderazgo de Donald Trump, pero no es el único. En Brasil, las decisiones de Jair Bolsonaro sobre cómo abordar la crisis han generado manifestaciones a favor, y también en contra.
Wolff, doctor de la Universidad Goethe de Frankfurt, puntualiza que "los gobiernos que solemos llamar 'populistas' son precisamente los que presiden sociedades polarizadas y, ellos mismos, tienden a profundizar la polarización".
"Esto no es particularmente útil cuando se trata de enfrentar la pandemia", defiende, y las cifras parecen estar de su lado. EEUU, Brasil, India, México y el Reino Unido son los cinco países con más fallecidos por Covid-19. ¿Qué tienen en común? Líderes populistas.
Quizás sería apresurado -e incluso simplista- proponer que dichos gobiernos tienen un peor manejo de la crisis. Sin embargo, es inevitable identificar elementos comunes a sus fórmulas, o falta de ellas.
Según Sergei Guriev, director científico de los programas de maestría y doctorado en Economía de Sciences Po, una clave común de los países liderados por populistas es que no lograron construir una "estrategia anti-Covid consistente".
Dice que esto no es un error, sino una característica. "El populismo se basa en el sentimiento anti-élite, y los expertos son parte de la élite", explica, y afirma que los líderes populistas sufren por su desconfianza en los expertos y en la ciencia.
Bolsonaro despidió a uno de sus ministros de Salud y provocó la renuncia del otro, al mismo tiempo que pedía la reapertura de tiendas.
Trump, declaró -sin ningún fundamento- que el virus desaparecería como por "arte de magia" y que el 99% de los casos eran "totalmente inofensivos". Esto, mientras burlaba las recomendaciones de sus asesores sobre el uso de mascarillas y la reducción de eventos masivos.
Boris Johnson ni siquiera participó de las primeras reuniones de emergencia para discutir la estrategia a implementar, y cuando lo hizo -el 2 de marzo- el Reino Unido ya sumaba decenas de contagios.
Entonces, no es casualidad que los tres jefes de gobierno se hayan contagiado del virus, y que dos de ellos hayan necesitado hospitalización.
Andrés Manuel López Obrador recordó que el populismo no tiene colores políticos, adoptando actitudes similares a sus pares de derecha. También ignoró las recomendaciones de sus asesores, declaró que el Covid-19 era equivalente a una gripe regular, y siguió apareciendo en grandes aglomeraciones.
Incluso, cuando el consenso global es que no existe una cura para el Covid-19, Trump y Bolsonaro promocionan las supuestas propiedades de la hidroxicloroquina. Eso sí, mientras el estadounidense lo tomaba él mismo, el brasileño obligaba al Ministerio de Salud a recomendarlo.
La recomendación no se quedó solo en los populistas, y pese a que en junio la Organización Mundial de la Salud (OMS) suspendió los ensayos del uso del fármaco en pacientes con Covid-19, Camerún, Senegal, Marruecos e incluso Venezuela impulsaron su uso.
Un estudio reciente elaborado por Guriev plantea que los gobiernos populistas han sido más lentos en su respuesta a la pandemia que sus pares no populistas, y dice que los primeros implementaron menos medidas de protección a la salud en febrero y marzo.
El Reino Unido se posiciona como uno de los casos más icónicos, ya que mientras los países europeos decretaban estados de emergencia y cuarentenas totales a mediados de marzo, los británicos apostaban por la "inmunidad de rebaño".
Johnson finalmente siguió los cánones de sus vecinos, pero al enfrentarse a la segunda ola de contagios en octubre, nuevamente ganó críticas, ya que implementó una estrategia de cierres localizados en niveles de acuerdo con las tasas de infección, lo que decantó en una tardía cuarentena general. Esto también le está pasando la cuenta a la economía, que se contraería 9,8% este año, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero el primer ministro ha cedido ante la presión las dos veces y ha decretado cierres generales. Sus pares americanos no solo se negaron a tomar estas medidas, sino que arremetieron contra los líderes locales que sí lo han hecho.
En el plano económico, EEUU ha logrado ver un repunte. Luego de una caída récord el segundo trimestre, también rebotó a un máximo histórico entre julio y septiembre, y si el Fondo estimaba una baja de 8% del PIB para este año en junio, esta se moderó a una caída de 4,3% en octubre. Eso sí, nuevamente los contagios están fuera de control.
Brasil también logró acotar su desplome para 2020, de 9,1% previsto en junio a una merma de 5,8% según el último ejercicio. Para México el panorama sigue siendo bastante amargo, ya que el derrumbe de 10,5% del Producto estimado a mitad de año logró mejorar apenas a una reducción de 9% para el año en curso.
En contraste con los populistas, Francis Fukuyama plantea, citado por Financial Times, que de los países que han manejado "relativamente bien" la pandemia, la mayoría son sociedades con una gran confianza en el gobierno.
Taiwán, Singapur, Corea del Sur, Alemania, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Austria, Canadá, Australia y Nueva Zelanda son algunos ejemplos.
Al pensar en países que han contenido efectivamente el brote, es imposible no acordarse de China. A juicio de Guriev -doctor en Ciencias Económicas de la Academia de Ciencias de Rusia-, el gigante asiático es un "éxito autoritario" en cuanto al manejo epidemiológico.
Sin embargo, precisa que "China padecía un problema autoritario típico: la falta de información del gobierno central", y detalla que las autoridades regionales ocultaban información sobre la pandemia, lo que implicó que la respuesta se retrasó, y que los flujos de información están "atascados en las autocracias debido a la falta de medios libres y sociedad civil".
Plantea que Rusia ha sufrido el mismo problema, y dice que el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, ha estado "tan desinformado" que se ha convertido en un "disidente del Covid que contribuyó a las protestas masivas en su contra", ya que sugirió combatir el virus con vodka, saunas y trabajo duro. Una investigación reciente del Instituto de Variedades de la Democracia (V-Dem) de la Universidad de Gotemburgo revela que las prácticas autoritarias no permiten, en general, a los gobiernos reducir la tasa de mortalidad por Covid-19. La directora adjunta de la entidad, Anna Lührmann, plantea que desde la legitimidad, "la gobernanza autoritaria no se fortalece".
Pese a la evidencia y a los dispares resultados en gestión del virus, el mundo se ha vuelto, en general, más autoritario este año. En países en los que existía una tendencia hacia la desdemocratización, pérdida de la calidad democrática o autocratización antes de la pandemia, el riesgo de que la pandemia contribuya a reforzarlo más es "alto", según Wolff.
Incluso, advierte que el Covid-19 ha presentado una oportunidad para justificar nuevas restricciones y concentración de poder, y dice que siempre las situaciones de emergencia nacional son contextos en los que se fortalece al Ejecutivo.
Tanto Guriev como Wolff advierten que los gobiernos autoritarios pueden usar la crisis para aumentar la vigilancia y reducir las oportunidades de protesta, algo que se debe mirar con atención.
Hungría es un ejemplo de autoritarismo fortalecido con la pandemia. El primer ministro Viktor Orban lleva años debilitando la independencia de la prensa, del poder judicial y de las universidades, y a fines de marzo convenció al parlamento de autorizarlo a gobernar por decreto durante un período indefinido.
El proyecto de ley -que modifica el Código Penal- habría sido necesario para frenar el avance del virus, pero a esa altura el país sumaba solo 450 casos. El texto sanciona la obstrucción de los esfuerzos oficiales para combatir la pandemia y penaliza la difusión de información falsa sobre el brote con hasta cinco años de cárcel.
Las modificaciones realizadas en Hungría podrían aplicarse en un futuro estado de emergencia, y para Lührmann, directora adjunta de V-Dem, la pregunta fundamental es si los países regresarán a sus ordenamientos previos o si los cambios legales prosperarán.
"A menudo la legislación es vaga y puede seguir en vigor después de que la pandemia haya terminado", dice la doctora de la Universidad Humboldt, y sugiere que "lo que más debería preocuparnos es la ruptura de las prácticas, los derechos y las libertades democráticos en las democracias más jóvenes o en los estados semi-democráticos".
Desde Suecia, la experta advierte que otorgar poderes adicionales al gobierno, tomar medidas enérgicas contra la "desinformación", e imponer reglas discriminatorias puede empujar a democracias débiles a convertirse en estados autoritarios, algo que podría pasar en países como India, Kenia o El Salvador.
Más que un ganador o un perdedor, Guriev plantea que hay evidencia emergente de que ciertos rasgos de política autoritaria y populista debilitan la reacción al virus.
Wolff advierte que en general los regímenes políticos podrían desestabilizarse por la intensificación de conflictos sociales, que irían en aumento debido a las "dramáticas" consecuencias socioeconómicas que han resultado de las medidas sanitarias.
Lührmann concuerda con que todavía es muy pronto para sacar conclusiones sobre cómo el manejo de la crisis afectará al populismo, pero invita a seguir los debates que se den en las próximas elecciones de autoridades.