Unicornios: de la promesa a la responsabilidad
Gina Ocqueteau Emprendedora
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Gina Ocqueteau
El mundo del emprendimiento y las startups está viviendo un período de bonanza. Un estudio de la consultora PwC estimó que las empresas unicornio –aquellas valorizadas en US$ 1.000 millones antes de salir a la bolsa– se más que cuadruplicaron entre 2016 y 2021, aumentando su cantidad en un 350% y creando un boom en el capital de riesgo durante los últimos años.
Hoy en Latinoamérica existen 40 unicornios, 60% de ellos concentrados en Brasil, país que posee el 70% de la llegada de fondos de riesgo en la región. En Chile también tenemos tres ejemplos emblemáticos de startups exitosas que se convirtieron en unicornios: NotCo, Cornershop y Betterfly.
“Las startups unicornio tienen por delante la tarea de demostrar que las entradas de capital impulsarán una gestión que garantice el crecimiento sostenido, y así hacer valer la confianza que pusieron en ellas los inversionistas generando rentabilidad”.
Se trata, sin duda, de buenas noticias para la industria, pero tal como lo indica el antiguo adagio que hace alusión a la espada de Damocles, «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad», y para estas empresas llegó el momento de demostrar en la práctica las expectativas puestas en esas valorizaciones y justificar las altas inyecciones de capital recibido mediante la inversión privada.
Porque de eso se trata la valorización, del cálculo o estimación del valor económico en que se encuentra una empresa luego de una evaluación de sus resultados financieros y, en el caso de las startups, de sus proyecciones de crecimiento. Muchas veces la valorización se basa en hipótesis, porque las empresas emergentes se caracterizan por ser dinámicas e innovadoras, pero poseen poco historial financiero.
Por eso, es incierto saber si las startups van a cumplir en un 100% con los resultados proyectados, pero tienen elementos a favor, como la propuesta de negocio, la conformación de sus equipos, la visión, la capacidad técnica-disruptiva y la rápida ejecución, factores determinantes para el éxito de una empresa, y a la vez, difíciles de cuantificar. Además, tienen la ventaja de que esa incertidumbre se resuelve pronto, ya que, a diferencia de una empresa tradicional, que puede demorar hasta 20 años en escalar, los unicornios pueden completar este proceso entre tres a cinco años, según estimaciones de expertos.
Así, en el corto plazo las startups unicornio tienen por delante la tarea de demostrar que la liquidez con la que cuentan tras las entradas de capital será utilizada para concretar una buena gestión que garantice el crecimiento sostenido y así hacer valer la confianza que pusieron en ellas los inversionistas generando rentabilidad. Para lograr este propósito resultará clave una hoja de ruta definida para los próximos meses, además de un plan de escalamiento que puede incluir el lanzamiento de nuevos productos o servicios, el mejoramiento del desarrollo tecnológico o la expansión internacional. Esa decisión depende de cada empresa.
Durante este proceso, no podemos dejar de destacar el importante espaldarazo que entregan estas compañías al ecosistema de startups que viene detrás. Chile ya ha logrado posicionarse como un actor a considerar en el mundo del emprendimiento y muchas veces se genera un efecto multiplicador y un círculo virtuoso. Si las pioneras lo hacen bien, es muy probable que las siguientes generaciones también lo hagan.
Hoy, los ojos del mundo están puestos en las compañías con soluciones innovadoras o modelos de negocios que pueden cambiar el mundo. Sólo el desempeño real podrá demostrar si esas valorizaciones previas fueron realistas o exageradas. Esperemos que lo primero predomine.