Escasez hídrica: un foco de conflicto latente
El último informe de la ONU señala que la falta del elemento podría afectar a cinco mil millones de personas para 2050, debido al cambio climático, el aumento de la demanda y un suministro contaminado.
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Hasta hace menos de una década era un lugar común señalar que uno de los elementos determinantes de las guerras en el mundo era el control de las reservas petroleras. Los enormes cambios en el mercado de la energía han modificado en parte esa percepción, y hoy ya se habla de que los conflictos futuros tendrán más que ver con la escasez hídrica en un entorno de cambio climático que con la disponibilidad de combustible.
¿Un ejemplo? El 4 de junio es el “día cero” para Ciudad del Cabo. Si no llueve para esa fecha, sus cuatro millones de habitantes deberán ir en busca de sus raciones de agua en locaciones específicas dispersas por la ciudad. Una investigación de Naciones Unidas asegura que en Bangalore, India, no existe ni un solo lago con agua adecuada para ser bebida o para el baño. La Universidad de Columbia asegura que en Beijing el 40% del agua superficial está contaminada hasta el punto de ni siquiera servir para la agricultura o industria. El Nilo es la fuente del 97% del suministro de agua en Egipto y se vaticina que el país enfrentará una escasez crítica para el 2025.
Este escenario parece anticipar una de las grandes problemáticas humanas del siglo XXI, que también involucra a ciudades como Yakarta, Moscú, Londres, Estambul, Ciudad de México, Tokio y hasta Miami, por mencionar algunas.
En Chile, las características son completamente heterogéneas, dado que los recursos no son equitativos y dependen de la situación geográfica de las ciudades. Aunque existen 1.251 ríos, más de 16 mil lagos y lagunas y 101 cuencas hidrográficas, en 75 de ellas han decretado escasez entre 2008 y 2015.
Por tanto, Chile no escapa a la situación mundial de algunas de sus ciudades, sumándose las profundas problemáticas en torno al Código de Aguas, la gobernanza o la ley de Protección de Glaciares. Sin embargo, los complejos sistemas de clima han reordenado la realidad de vida de sus habitantes, adaptándose a nuevos escenarios medioambientales. Esta gran paradoja está respaldada, al menos conceptualmente, por el connotado historiador Yuval Noah Harari, quien subraya que “el peligro de una extinción masiva es escaso porque ocurrirá entre muchos millones de años. Es probable que un asteroide grande choque contra nuestro planeta en algún momento de los próximos 100 millones de años, pero es muy poco probable que ello ocurra el próximo martes. En lugar de temer a estas inclemencias deberíamos temernos a nosotros mismos, a homo sapiens”. ¿Por qué? Básicamente porque en la raíz del problema de disponibilidad hídrica se encuentra el modelo de crecimiento no sustentable de la humanidad. Es decir, la “forma del agua” actual es inexistente, más allá de la reflexión sobre la naturaleza humana.
Tensiones y necesidades futuras
La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, señala que “la escasez de agua puede provocar disturbios civiles, migraciones masivas e incluso conflictos dentro y entre los países. Garantizar el uso sostenible de los recursos del planeta es vital para garantizar la paz y la prosperidad a largo plazo”.
Las tensiones del homo sapiens probablemente crecerán al 2050, cuando se prevé que la población mundial alcance entre 9,4 mil millones y 10,2 mil millones (frente a los 7,7 mil millones actuales), con dos de cada tres personas viviendo en ciudades.
En el intertanto, la ONU señala que la escasez de agua podría afectar a cinco mil millones de personas al 2050 debido al cambio climático, el aumento de la demanda y el suministro contaminado. El estudio advierte sobre el conflicto y las amenazas hacia la civilización, a menos que se tomen medidas para reducir el estrés en ríos, lagos, acuíferos, humedales y embalses. El “Informe Mundial sobre el Agua”, publicado en Brasilia, dice que es posible un cambio positivo, especialmente en el sector agrícola, pero sólo si se avanza en soluciones basadas en la naturaleza que dependan más del suelo y los árboles, y menos del acero y el hormigón.
Según Gilbert Houngbo, presidente de ONU Agua, “durante demasiado tiempo el mundo ha recurrido primero a la infraestructura construida por humanos para mejorar la gestión del agua. Al hacerlo, a menudo ha dejado de lado el conocimiento tradicional o indígena que adopta enfoques más ecológicos. Ante el consumo acelerado, el aumento de la degradación ambiental y los impactos multifacéticos del cambio climático, claramente necesitamos nuevas formas de gestionar las demandas competitivas en nuestros recursos de agua dulce”.
Los humanos usan alrededor de 4.600 kilómetros cúbicos de agua cada año, de los cuales el 70% se destinan a la agricultura, el 20% a la industria y el 10% a los hogares, dice el informe Trienal del World Water Forum. La demanda global se ha multiplicado por seis en los últimos 100 años y continúa creciendo a una tasa del 1% cada año.