Reforma tributaria y dudas sobre el DFL2
Tanto la amplitud de la reforma tributaria recién presentada al Congreso por el Gobierno, como lo ambicioso de su meta de recaudación (cuatro puntos adicionales del PIB en cuatro años) hacen que parezca poco realista la afirmación de que “más del 95% de la población no va a pagar más impuestos producto de esta reforma”, como ha planteado el ministro de Economía.
De hecho, la expectativa de que sólo un pequeño segmento de contribuyentes de alto patrimonio financie casi en su totalidad dicha mayor recaudación es, además de inverosímil, probablemente también poco acertada. Esto, pues una de las recomendaciones más frecuentes que se hacen al sistema tributario chileno -de parte de la OCDE, por ejemplo- es justamente ampliar la base de contribuyentes, ya que el porcentaje de quienes pagan impuesto a la renta es comparativamente bajo.
Aun así, la nueva tasa para las propiedades hasta hoy adscritas al beneficio DFL2 (menor a 140 m2 de superficie útil) ha levantado críticas de expertos, de parlamentarios de oposición y de la industria inmobiliaria, porque arriesga un impacto en la clase media por tres vías. Por un lado, debido al muy posible aumento del precio de los arriendos; por otro, por un agravamiento del ya preocupante déficit de viviendas. Adicionalmente, también golpearía a los pequeños inversionistas que buscan en este tipo de bien raíz un ingreso adicional a través de su arrendamiento.
Si bien la cartera de Economía descarta tales efectos, lo cierto es que el Gobierno deberá entregar sólidos argumentos para ese análisis en una tramitación parlamentaria que se avizora muy compleja. Incluso con esa evidencia, el Ejecutivo debe llegar al debate con disposición a ser flexible en aspectos de la reforma -no sólo éste-, para no contribuir a aumentar una incertidumbre en los mercados que ya es alta por factores como la elevada inflación y el proceso constitucional, y así no arriesgar poner en jaque la totalidad de su proyecto.