Cambio de gobierno (e incertidumbre) en Argentina
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lberto Fernández asume hoy la Presidencia argentina en un escenario lleno de interrogantes a nivel político y económico, como les ha ocurrido a virtualmente todos sus antecesores de las últimas décadas. En su caso, porque al precario estado de la economía nacional —y las dudas que ello genera en el plano internacional—, se suma la incertidumbre que produce el retorno del peronismo al poder, con toda su compleja carga histórica, luego de sólo cuatro años de gobierno de la centroderecha.
Que el de Mauricio Macri haya sido el primer gobierno argentino de derecha en terminar su período tiene una doble lectura. Por un lado, una positiva y bienvenida señal de estabilidad en un país acostumbrado a las crisis políticas terminales; por otro, un recordatorio de esa misma propensión a la inestabilidad. Como sea, su sucesor recibirá un cuadro económico que incluye una de las inflaciones más altas del mundo, una grave recesión y una deuda que ronda los US$ 100 mil millones (casi la mitad de eso al FMI). Dado el track record del peronismo en materia de gestión económica y manejo fiscal responsable —y dado que los aciertos de Macri, que no fueron desdeñables, no bastaron para darle la reelección—, es entendible que el retorno peronista a la Casa Rosada sea visto con aprensión en muchos sectores.
Y allí radica el principal desafío político del Presidente Fernández, pues asume el cargo acompañado de la exmandataria Cristina Fernández como vicepresidenta, cuya administración es recordada por su ineficiencia y corrupción, justamente el origen de los procesos judiciales que hoy enfrenta. La autonomía de Alberto Fernández, tanto frente a la influencia política de su ex jefa como de las causas que la tienen en tribunales, será un flanco abierto para el Mandatario.
Por último, el entorno político regional que recibe a Fernández es en gran medida distinto al que conoció como ministro del kirchnerismo. Ese también será un desafío para el nuevo gobernante de Argentina.