Tomás Sánchez

Más marxismo, por favor

TOMÁS SÁNCHEZ Autor Public Inc., Investigador Asociado, Horizontal

Por: Tomás Sánchez | Publicado: Jueves 2 de enero de 2025 a las 04:00 hrs.
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Una de las premisas centrales de la obra de Karl Marx es cómo las condiciones materiales son claves a la hora de darle forma a la configuración del poder y la ética. Así, la dialéctica del materialismo se plantea como un eje para entender el devenir de una sociedad. En los albores del capitalismo y ensayos democráticos, sin conocer mercados modernos con menores asimetrías de información, bajos costos de transacción y flujos de inversiones entre países, el comunismo tenía como objetivo equiparar las condiciones materiales de las personas.

La famosa dictadura del proletariado y centralización de los medios de producción trajo hambre, tiranía y pobreza en cuanto lugar se ha intentado implementar. Sin embargo, constatar la desastrosa metodología comunista, no quita recordar su fin último. Paradójicamente, fue el mercado enmarcado en democracias liberales -no carente de defectos y desafíos- el sistema que ha forzado la distribución del poder y la mejora en las condiciones materiales de los trabajadores.

“Cuando la ideología se obstina con prevenir que algunas empresas tengan utilidades por entregar un buen servicio, y quieren entregar ese servicio a un ente estatal incompetente, se olvidaron de las condiciones materiales de los chilenos”.

El poder fáctico del mercado es el que forzó el poder más allá de la aristocracia. Los reinos devinieron en oligarquías y estás últimas en democracias liberales no gracias a la benevolencia de ilustres gobernantes, sino a que la ambición social fue acompañada de un sistema económico descentralizado que permitía resolver las tensiones políticas y económicas. La conquista de espacios de poder cívico por gremios, sindicatos, juntas de vecinos, comunidades, fundaciones e individuos, no sería posible sin la atomización del poder económico.

En paralelo, el Estado de la mano de la regulación, transferencias y provisión de servicios, ha sido la principal herramienta creada por las sociedades para corregir los azares del destino y las imperfecciones del mercado. Sin embargo, muchos se desviven por un Estado omnipresente cómo fin en sí mismo, olvidando el fin último que propuso uno de sus ideólogos más emblemáticos: el progreso en las condiciones materiales.

Cuando los funcionarios del Estado presentan en promedio una inasistencia de 34 días anuales y se resisten a la modernización del Estado, eso va directamente en desmedro de la efectividad y eficiencia del vehículo que reivindica la izquierda para mejorar las condiciones materiales de la población.

Cuando un proyecto de inversión está por traer cientos de puestos de trabajo a una comunidad pero estos no logran ejecutarse porque un grupo de ranitas tendría que ser desplazada o se vería afectado el vuelo de ciertas aves, se actúa en desmedro de las condiciones materiales de esas familias.

Cuando la regulación y el sistema tributario disminuyen la rentabilidad de los proyectos de inversión ahuyentando fondos extranjeros, se va en contra de las condiciones materiales de miles de familias chilenas.

Cuando la ideología se obstina con prevenir que algunas empresas tengan utilidades por entregar un buen servicio, y quieren entregar ese servicio a un ente estatal incompetente, se olvidaron de las condiciones materiales de los chilenos.

Karl debe estar revolcándose en su tumba al ver cómo sus seguidores están obsesionados con elementos intermedios de su metodología y no con su ambición final. Cada vez que un funcionario público, un grupo de interés, un político demagogo o una un grupo de algas marinas se antepone al bienestar material de la población, debiésemos pedir un poco más de marxismo, por favor.

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