Robert J. Shiller
En los últimos meses se intensificó la preocupación entre los expertos financieros y los medios de difusión del mundo sobre la posibilidad de una fuerte corrección en los recalentados mercados de activos –bienes raíces, acciones y bonos de largo plazo– que derive en otra crisis económica. Al público en general parece no preocuparle: Google Trends muestra un cierto aumento en el término de búsqueda «burbuja en el mercado de valores», aunque sin llegar a los extremos de 2007, mientras que las búsquedas de «burbuja en el mercado inmobiliario» son relativamente infrecuentes.
No queda del todo claro por qué las alarmas suenan justo ahora, después de cinco años de expansión general en los mercados, desde que tocaron fondo a principios de 2009. ¿Por qué la gente no espera despreocupadamente más años de expansión?. Parece que este razonamiento está fuertemente influido por los recientes máximos históricos en los mercados de valores, aun cuando estos niveles prácticamente carecen de sentido, considerando la inflación.
También tenemos el anuncio por la Reserva Federal de EE. UU. de que, si la economía avanza según lo esperado, la última compra de bonos de la ronda de flexibilización cuantitativa que comenzó en septiembre de 2012 será el mes posterior a la reunión de octubre de 2014 del Comité Federal de Mercado Abierto. Ese tipo de noticias parece afectar también el pensamiento de los observadores, aunque no es gran cosa en términos de su novedad, dado que todos sabían que la Fed terminaría el programa en algún momento próximo.
El problema es que no se puede explicar con certeza la forma en que la gente reaccionará ante ese cambio de política, a los signos de recalentamiento de los precios o a sus caídas, ni a otras noticias que pueden interpretarse como relativamente importantes. Sencillamente no contamos con mucha historia bien documentada de las grandes crisis financieras para examinar, lo que deja a los econometristas vulnerables a cometer graves errores, a pesar de estudiar series temporales que típicamente solo se extienden por unas pocas décadas.
Hasta la reciente crisis, los economistas engrandecían la «gran moderación»: las fluctuaciones económicas supuestamente se estaban atenuando y muchos concluyeron que la política de estabilización económica había alcanzado nuevos niveles de eficacia. En 2005, justo antes de la llegada de la crisis financiera, los econometristas de Harvard, James Stock (actualmente miembro del Consejo de asesores económicos del presidente Barack Obama) y Mark Watson concluyeron que las economías avanzadas se habían tornado menos volátiles y correlacionadas entre sí durante los 40 años previos.
Esa conclusión habría de ser modificada significativamente a la luz de los datos registrados desde la crisis financiera. La desaceleración económica de 2009, el peor año de la crisis, fue sencillamente catastrófica. De hecho, solo tuvimos tres crisis globales destacables en el último siglo: 1929-33, 1980-82 y 2007-9. Estos eventos parecen ser más que simples versiones a escala de las pequeñas fluctuaciones más frecuentes que vemos a menudo, las que Stock y Watson analizaron. Pero, con solo tres observaciones, es difícil entender estos eventos.
Quienes alertan sobre graves peligros si se permite que continúen los aumentos especulativos de precios sin traba alguna están en lo cierto, incluso si son incapaces de demostrar que hay motivos de preocupación. Estos avisos pueden ayudar a evitar que el boom que vemos en la actualidad se extienda durante mucho tiempo más y aumente su peligrosidad.
COPYRIGHT PROJECT SYNDICATE 2014