Santiago, volver al centro
Marcela Ruiz-Tagle Directora de Estudios de Corporación Ciudades
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Marcela Ruiz-Tagle
No hay que ser santiaguino para entender el significado de frases como “de Plaza Italia para arriba” o “de Plaza Italia para abajo”. Una frontera imaginaria -y no tan precisa- para las desigualdades territoriales que viven día a día los capitalinos, y que se ejemplifica en este espacio ícono de la ciudad. Es tal el nivel de atracción que generan este punto y su famosa y removida estatua, que opaca el territorio que se abre hacia su poniente.
El núcleo fundacional de la ciudad, la comuna de Santiago, que con 500 mil habitantes recibía a un millón y medio de personas que daban vida al principal centro de servicios del país, está viviendo su propia crisis. La discontinuidad de actividades por el estallido social y su versión más delincuencial y violenta de cada viernes, la crisis sanitaria y el impacto económico, han generado el cierre de empresas o su reubicación en comunas del sector oriente, con el consecuente abandono y deterioro paulatino del territorio. Hace sólo dos años el SII contabilizaba 73 mil empresas en ella. Si todo sigue igual, esa cifra sólo puede disminuir.
Salvar el centro para volver al centro implica que la política pública no ignore esta dinámica. Se deben generar incentivos para que empresas y ciudadanos regresen a esa zona de la capital, reactivando y evitando la pérdida de valor de inmuebles y espacios públicos. Si es labor del Estado proveer bienes y servicios, no puede restarse de la provisión y renovación de la ciudad. Pero claro, nada de esto funcionará si no se resuelve un aspecto primario: el control del orden público, porque no habrá estímulo suficiente que se sobreponga a la sensación de inseguridad e indefensión que a muchos les impide imaginar siquiera la idea de volver al centro de Santiago.
Así como en el pasado se impulsó su repoblamiento, hoy se requiere reposicionar sus atributos urbanos para sostener su oferta de servicios y comercio, dando sentido al concepto de ciudad, una ciudad en la cual confiar. Los esfuerzos realizados en este ámbito han sido discontinuos y a pequeña escala, como el plan de Barrios Comerciales de 2016, o los planes para renovar el Centro Cívico de Santiago en los gobiernos de Lagos y Piñera 1.
Se debe impulsar el desarrollo continuo de proyectos urbanos. Un buen punto de partida es el postergado proyecto Alameda-Providencia, que abordó los requerimientos de conectividad para la Alameda y que consideraba la recuperación del entorno urbano, en una intervención de 12 kilómetros que cruza las comunas de Lo Prado, Estación Central, Santiago y Providencia. Este plan, en el que el Estado ya invirtió 1.000 millones de pesos en diseño, podría complementarse con el desarrollo de vivienda pública para arriendo en suelo público disponible y con la modernización de la gestión de la ciudad con el 5G, incorporando atributos de seguridad pública en el diseño del espacio urbano. Planificar, monitorear y gestionar la ciudad, coordinando recursos, talentos y capacidad ejecutora bajo una sola visión. Construir confianza respecto a su futuro, para poder volver al centro. Aunque hoy, mientras persistan las cuarentenas, el centro y toda la ciudad seguirán esperando.