Luis Larraín

Reforma laboral: sin vuelta atrás

Por: Luis Larraín | Publicado: Jueves 10 de septiembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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La economía chilena está en un momento muy delicado. La caída de la inversión se prolonga ya por demasiado tiempo, incluso más del que demoró en recuperarse luego de la crisis asiática de 1999 y la crisis sub prime del 2008. El escenario externo, sin ser crítico, emprende ya una tendencia de deterioro básicamente por el debilitamiento de la economía china. Las políticas económicas para estimular la demanda, tanto monetarias como fiscales, están severamente limitadas en su alcance según lo declaran tanto el presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, como el propio ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés.


Así las cosas, la única manera de recuperar nuestra alicaída economía es con políticas de oferta que lleven a aumentar la producción mediante un incremento en la productividad de los factores. Este es un consenso hoy entre los economistas, nadie lo discute. Sin embargo, a la hora de entrar a definir las políticas que permitirían esa mayor productividad algunos guardan un ominoso silencio.


Aumentar la productividad laboral es un camino indicado para salir del estancamiento en que está Chile y paradojalmente el gobierno manda una reforma laboral que hace justamente lo contrario. En efecto, la reforma resta flexibilidad al mercado del trabajo, fomenta las huelgas y la fijación de remuneraciones al margen de la evolución de la productividad laboral.


Lo que se discute en una huelga es cuál es el valor del aporte productivo de un grupo de trabajadores. Si ellos tienen una productividad específica en la labor que realizan, que va más allá de la de cualquier trabajador que venga de afuera, a la empresa no le conviene reemplazarlos por otros trabajadores porque estos últimos serán menos productivos. Le conviene aumentar las remuneraciones respecto al nivel actual para no perder a esos trabajadores. Ahora, ¿cuánto más? Bueno eso es lo que se discute en una negociación colectiva y la huelga es un mecanismo legítimo para demostrarle a la empresa el costo que tiene para ella prescindir de ese grupo mejor entrenado. Pero para demostrar eso no necesitan que se prohíba el reemplazo ni externo ni interno, igual ellos serán más productivos que sus eventuales sustitutos.


Pero cuando se prohíbe totalmente el reemplazo, se introduce un incentivo para que las huelgas se prolonguen por más tiempo. Ya no se discute la productividad de los trabajadores sino el derecho de propiedad del dueño de la empresa, que no puede disponer de sus activos para producir. Por ello la tendencia mundial es permitir el reemplazo durante la huelga.


La posibilidad del reemplazo interno, aunque mejor que lo que plantea el proyecto, es un alivio muy menor en relación a los daños que producirá la reforma laboral en discusión.


Es insuficiente por varias razones. Primero no soluciona el problema de empresas de menor tamaño, ya que no tienen un número suficiente trabajadores que lo puedan realizar. Segundo, dado que el proyecto induce la sindicalización forzada, en el mediano plazo podría terminar siendo letra muerta en la práctica. Tercero, induce a las empresas a tener trabajadores redundantes, lo que es un atentado contra la productividad y cuarto, en la práctica suele producir conflictos dentro de los propios trabajadores, lo que no favorece el clima laboral. Estamos entonces frente a una disposición que equivale al no reemplazo. Es evidente y nadie puede negar el derecho a huelga de los trabajadores, pero ese derecho no puede estar por sobre el derecho del empleador a gestionar su propia empresa.


El no reemplazo es sólo uno de los aspectos negativos del proyecto de ley laboral. La titularidad sindical, unida a la no extensión de beneficios, la no exigencia de huelga pacífica, la introducción de negociación colectiva en los contratos por obra y faena, la combinación del piso mínimo y la ultraactividad, y por último, lo restrictivo de los pactos de adaptabilidad, son todos temas con efectos muy adversos para la actividad, que deben ser corregidos si efectivamente el gobierno cree que el crecimiento económico es esencial para el país. Si no se corrige esta pésima reforma laboral ahora ya no habrá vuelta atrás y nuestros políticos habrán introducido una nueva traba al desarrollo del país.

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