La inflación ya viene
Luis Larraín Libertad y Desarrollo
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Luis Larraín
Entre las cosas que promete el estado de estupidez que viven las políticas públicas por estos días hay una de no creer: Chile vuelve a la inflación. Las proyecciones nos dicen que este año la inflación anual superará el 5%.
Una recopilación estadística que hizo Sebastián Claro en su columna en El Mercurio nos muestra lo importante que es tener un Banco Central autónomo. Entre 1950 y 1989, la inflación anualizada superó el 5% en un 99,4% de los meses. En 477 de los 480 meses de ese período la inflación fue superior a 5% y la mayoría (447 meses) superior al 10%.
Desde el año 2000, en cambio, durante el período de los vilipendiados treinta años, solo un 8% de los meses la inflación superó el 5%. ¿Y el 10%? Nunca. Por eso debemos estar especialmente atentos a la autonomía del Banco Central en la elaboración de la nueva Constitución. Es muy posible que las mayorías de la Convención Constitucional estén de acuerdo con el Partido Comunista en que el Banco Central -que se preocupan de cuestiones como la estabilidad financiera y la inflación- cambie su mandato y deje de atender a esos temas, que según ellos no forman parte de la economía a escala humana, sino que son variables burguesas, como decían las autoridades económicas en tiempos de la Unidad Popular tan evocados por estos días.
La autonomía del Banco Central no está asegurada, pese a lo que digan los consultores que venden anestesia a los empresarios esta temporada. Puede que la palabra autonomía esté en las propuestas que se aprueben, pero entre los diversos expertos en impostura que dominan la Convención Constitucional perfectamente puede perforarse ese concepto con nuevos mandatos y exigencias para la autoridad monetaria que hoy día no están en la Constitución.
Desgraciadamente, ni aun la autonomía del Banco Central nos blinda completamente frente a la inflación, como lo vivimos este año. Eliminar la iniciativa exclusiva del Ejecutivo en ciertas materias (seguridad social y aquellas que irrogan gasto fiscal), como de facto ha ocurrido desde octubre de 2019 ante la pasividad del Gobierno, permitiría continuar con políticas como el retiro desde los fondos de pensiones, uno de los causantes originarios de la inflación. Los tres retiros de fondos desde las AFP han representado 44.000 millones de dólares y el cuarto podría alcanzar 13.000 millones adicionales. El exceso de liquidez que esto ha provocado está en la raíz de la inflación y los políticos, con honrosas excepciones, no se atreven a decir lo que es obvio: el cuarto retiro no es necesario y sólo causará mayor inflación y hará pagar menos impuestos a los de mayores ingresos.
Otro causante de inflación es el IFE, que en sus distintas versiones implicará desembolsos fiscales del orden de 21.000 millones de dólares. Los saldos en cuenta corriente de los chilenos son los más altos de la historia y esta mayor presión inflacionaria está detrás de los motivos que tuvo el Banco Central para incrementar la tasa de política monetaria de 0,75% a 1,5%.
Pese a que es una necesidad para empezar una convergencia hacia el equilibrio fiscal y detener la espiral de deuda pública, es dudoso que los políticos en la tramitación del presupuesto fiscal 2022, en plenas campañas electorales, acuerden dejar sin recursos al IFE o un programa similar que contenga ayudas a las familias por la pandemia. Si se aprueba el cuarto retiro nada detendrá la inflación: ello demostrará que en el momento populista que vivimos la cobardía de los políticos es estructural y ello hará incontenible la inflación.