Gustos caros
Luis Larraín Libertad y Desarrollo
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Luis Larraín
La situación política chilena ha entrado en una zona de peligro que amenaza con echar por la borda muchos años de prosperidad, no sólo de las elites, como asegura el relato en boga, sino de gran parte de la población. Las cifras de la encuesta CASEN nos dicen que entre 1990 y 2015, si bien los ingresos del 20% más rico de la población aumentaron en 208%, los de todos los demás chilenos aumentaron en mayor medida. Para el 20% más pobre, los ingresos aumentaron en un 439%. Así lo consigna una publicación del ex ministro Rodrigo Valdés en el Latin America Policy Journal en 2018.
Pero el momento especial que vive Chile no atiende a datos ni cifras. Así, creo que no necesito explicarlo, nuestro país se va acercando a la situación que el historiador Niall Ferguson anticipó en 2014: “Chile podría estar comenzando a ejercer su derecho a ser estúpido”.
Hay en la política chilena una conjunción de hechos que configuran una tormenta perfecta y nos dejan automáticamente ejerciendo los derechos que señala Ferguson. Ellos son: 1) una convencional constitucional que en el año de tiempo que tiene para cumplir su trabajo en lugar de lograr mayores acuerdos entre los chilenos genere un clima de mayor enfrentamiento e incertidumbre; 2) una elección parlamentaria que aumente la ventaja de la izquierda en el Congreso, y 3) el triunfo en la elección presidencial de un candidato de extrema izquierda.
Ese escenario ya ha empezado a perfilarse con la semana de trabajo que lleva la convención constitucional, e imaginen ustedes cómo se potenciaría si es que ocurren los otros dos eventos.
Por eso quienes no deseamos eso para Chile -vale decir, las personas que votamos por la derecha, el centro y también alternativas moderadas de centroizquierda- debiéramos poner todo lo que está de nuestra parte para evitarlo.
En mi caso, como votante de derecha, siento que mi deber es no caer en las más extremas de las expresiones de estupidez sobre las que nos advierte Ferguson, una persona a la que le tengo gran respeto intelectual. Y la primera de ellas sería, a mi juicio, concurrir el próximo domingo a votar en las primarias de la izquierda por Gabriel Boric, para que no gane Jadue. Es cierto que en la derecha no somos muy buenos para la política, pero por favor, ¡no puede ser para tanto!
Primero, excepto que articuláramos una gran conspiración por la estupidez, nuestros votos no incidirían en la elección de la primaria de izquierda. Segundo, al votar en esa primaria abultamos el caudal de votos de la izquierda, aumentando su sensación de triunfo; y disminuimos el de la derecha, generando un ambiente de derrota que nos perjudicará en las presidenciales y en las parlamentarias, acercándonos a la tormenta perfecta. Por último, Boric se ha mostrado tan extremo como Jadue al apoyar el indulto a los “presos de la revuelta” (no sólo él, también lo hicieron Benito Baranda y Patricia Politzer).
Una segunda cuestión que no tiene sentido es no concurrir a votar el domingo en las primarias de la derecha por cualquiera de las siguientes razones: por flojera; porque igual vamos a perder; porque no me gustan los candidatos (por ejemplo, si uno piensa votar por José Antonio Kast). Ir a votar el domingo por el candidato que más le guste, o que menos le disguste, si usted es de derecha, mejora las posibilidades en las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre, cualquiera sean los candidatos que usted elija para votar en esa ocasión.
Por eso, vaya a votar el domingo por los de este lado. No se dé gustos caros, que no están los tiempos.