Muchos políticos europeos elogian a la red de Internet. Desafortunadamente, su rimbombante retórica a menudo suena hueca. Mientras que con mucho entusiasmo hacen un llamado a la adopción de una agenda digital sólida, frecuentemente ellos mismos, apoyados por intereses proteccionistas en sus países, abogan a favor de poner un freno a la “perturbación” que causa Internet mediante la imposición de regulaciones nuevas y estrictas.
Tal doble discurso es un error. Para que Europa pueda prosperar en el siglo XXI, sus líderes recientemente electos necesitan adoptar una agenda pro-Internet que sea concreta y positiva. Esto significa firmar acuerdos de libre comercio digitales y crear un verdadero mercado único digital en Europa, formado por las actuales 28 jurisdicciones nacionales fragmentadas. Las leyes sobre derechos de autor y licencias que están obsoletas desde hace ya mucho tiempo atrás deben ser revisadas completamente. Nuevas normas sobre privacidad deben proteger a los ciudadanos y deben permitir la innovación; se debe oponer resistencia a los llamados que buscan una localización obligatoria de datos y versiones locales de “Internet”.
Si se lleva a cabo, esta importante agenda digital podría proporcionar lo que Europa necesita más después de la crisis financiera: crecimiento económico. De acuerdo a la OCDE, la red de Internet en la actualidad da cuenta de hasta el 13% de la producción económica en EE.UU. Hoy en día, todos y cada uno de los tipos de actividad empresarial dependen de la economía digital. Con unas cuantas pulsaciones en el teclado, empresas pequeñas que venden antigüedades polacas, trajes tradicionales bávaros y zapatos españoles han transcendido rápidamente los límites de sus mercados locales y han llegado a consumidores en todo el mundo.
Al desatar las ligaduras de la red de Internet, una Europa que está financieramente confinada puede crear nuevos empleos sin asumir nueva deuda. Las cifras de la Comisión Europea sugieren que la denominada fuerza de trabajo de la “economía de las aplicaciones” crecerá a 4,8 millones en 2018, de una cifra de 1,8 millones en el 2013, con ingresos que llegarán a más que triplicarse, y que alcanzarán 63 miles de millones de euros (US$ 86 miles de millones). También sabemos que alrededor del 90% de los empleos hasta el año 2020 requerirán de trabajadores que tengan destrezas en tecnologías de la información y comunicación.
Tal éxito requiere de que se venza la resistencia de los participantes en el mercado de Europa y que se acoja, en vez de bloquear, el ingreso de nuevos participantes. Bajo los actuales regímenes regulatorios fragmentados de la Unión Europea, las empresas deben obtener permisos separados para vender en cada uno de los 28 mercados nacionales. Aún a las grandes empresas, como Apple y Google, les lleva años poder abrir tiendas locales y lanzar nuevas ofertas de productos. El crecimiento de los pequeños innovadores europeos, como Spotify, se ha visto atrofiado. Muchos de los nuevos servicios que nos permiten intercambiar, alquilar o compartir todo, desde viajes en taxi hasta vestidos de diseñador de segunda mano, están luchando por conseguir que sus actividades empresariales se pongan en marcha.
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