Click acá para ir directamente al contenido
Tomás Sánchez

La segunda línea

Tomás Sánchez V. Socio Valoriza,Autor de Public Inc.

Por: Tomás Sánchez

Publicado: Jueves 6 de marzo de 2025 a las 04:02 hrs.

Tomás Sánchez

Tomás Sánchez

En Chile, cuando hablamos de desarrollo económico, tenemos un gran ausente en la mesa: las empresas medianas. Pero las medianas de verdad, no las de mentira. ¿Cómo es eso? Es que en Chile nos contamos mal el cuento. En Estados Unidos, las empresas grandes venden más de US$ 1.000 millones y las medianas sobre US$ 50 millones. Sin embargo, en nuestro país nos hacemos un flaco favor al clasificar las empresas mal. Acá llamamos medianas a empresas que facturan sobre US$ 1 millón, y grandes a quienes superan los US$ 4 millones. Así, toda la estadística y literatura están distorsionadas cuando hacemos análisis entre países comparables y, peor aún, cuando discutimos cómo potenciarlas.

El problema no es solo metodológico. Si en Chile hay aproximadamente 1,3 millones de empresas formales. Sin embargo, solo las 2.500 más grandes generan el 85% de las ventas de la economía y emplean al 25% de la fuerza laboral. Luego están las PYME de la clasificación oficial, que generan el 13% de las ventas y concentran el 50% del empleo. Y nos falta un 25% del mercado laboral. ¿Dónde están? Trabajando en las empresas que el SII llama “grandes 1, 2 y 3”, pero que en EEUU serían pequeñas. Son casi 15 mil empresas que facturan lo mismo que todas las PYME juntas. Ojo ahí.

“No acceden a los créditos Fogape, pero tampoco los bancos las atienden bien; la asimetría de información y el costo de transacción en este segmento es una falla de mercado que nos cuesta caro”.

A esas 15 mil empresas deberíamos llamarlas “medianas de verdad”, nombre que permite ponerle el cascabel al gato: si queremos que el país crezca, hay que hacerlas crecer. Las grandes de verdad tiran el carro de la productividad y pagan buenos sueldos (el 75% de los sueldos mínimos los pagan las PYME), pero estas medianas de verdad son mucho más frágiles de lo que parecen.

Las medianas de verdad viven en tierra de nadie. Venden U$ 5 millones y emplean 100 personas, pero dependen demasiado de sus dueños; no logran armar una segunda línea gerencial; no acceden a financiamiento en condiciones razonables; optimizar tecnología y procesos sigue siendo un lujo. Si pierden un cliente importante ven desaparecer su margen del año, si un ciberataque secuestra su operación un par de semanas quiebran. Son grandes en un país pobre, más frágiles de lo que parecen y las necesitamos.

No se trata de desmerecer el esfuerzo de sus socios y empleados, al contrario, empujarlas es una tarea titánica. Pero si queremos que den el siguiente salto, hay que ponerlas sobre la mesa. No acceden a los créditos Fogape, pero tampoco los bancos las atienden bien; la asimetría de información y el costo de transacción en este segmento es una falla de mercado que nos cuesta caro. Retener talento es un calvario cuando las empresas más grandes pueden pagar mucho más. Ni hablar del costo en abogados, que con la Ley Karin va en aumento. Y la falta de gobierno corporativo es un talón de Aquiles para empresarios expertos en su producto, pero no necesariamente en administración.

En Chile no tenemos gremios de empresas “grande chicas”, ni una industria de private equity que busque hacerlas crecer. En el mejor de los casos, algunos family office se atreven a entrar a estos proyectos.

Para desarrollarnos no bastan más emprendedores. Necesitamos empresas medianas que aspiren y logren vender cientos de millones de dólares. Si solo un 17% de estas medianas de verdad diera el salto, nuestro PIB podría duplicarse. Necesitamos hablar de esto.

Te recomendamos