La infraestructura de las megafuerzas
AXEL CHRISTENSEN Director de Estrategia de Inversiones para América Latina de BlackRock
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AXEL CHRISTENSEN
Los mercados han seguido de cerca la manera en la que varias megafuerzas presentan oportunidades de inversión. Se trata de cambios estructurales que tienen impactos profundos, tanto en el presente como por muchos años más. Un claro ejemplo de estas megafuerzas es el ciclo de innovación de la Inteligencia Artificial (IA); otra es el rediseño de las cadenas productivas resultante de la creciente fragmentación geopolítica.
La infraestructura cruza transversalmente las megafuerzas, convirtiéndose en un foco de inversión en sí mismo. En el caso de la IA, su desarrollo requiere la construcción de un número importante de centros de datos, que consumen mucha energía y también está afectando a la transición energética ligada a la reducción de emisiones de carbono, otra megafuerza. La inversión en centros de datos relacionados con la IA podría crecer entre un 60% y un 100% anual en los próximos años, según varias fuentes, incluida la Agencia Internacional de la Energía. Las implicancias de inversión de esta construcción se extienden más allá de las empresas tecnológicas de primera línea, llegando a los beneficiarios más arriba en la cadena de suministro, como las empresas de generación eléctrica o las que proveen las materias primas y los equipos clave. Todas ellas generan también una mayor necesidad de inversión en infraestructura.
Tanto el desarrollo de infraestructura, como el de la Inteligencia Artificial, forman parte de las megafuerzas que ofrecen amplias oportunidades de inversión. La clave es que los países ajusten incentivos y regulaciones.
Las necesidades energéticas de la IA podrían magnificar la ya enorme inversión que se espera en la transición hacia una economía global de menores emisiones de carbono. Muchas empresas tecnológicas que realizan los mayores desarrollos de IA tienen objetivos de cero emisiones netas, lo que podría impulsar la demanda de energía renovable. Estudios de BlackRock estiman que la inversión en sistemas energéticos alcanzará los US$3,5 billones al año en esta década, y los US$4,5 billones en la década de 2040. La inversión en fuentes renovables representaría entonces hasta el 80% del gasto energético, frente al 60% actual.
Otro ejemplo es la divergencia demográfica entre países desarrollados, donde el segmento de la población de mayor edad está creciendo más que el resto, y emergentes, que todavía ven un mayor crecimiento de la población joven. Por lo general, cuanto más rápido crece una población, más rápido crece la inversión de capital. Países como India necesitarán más gasto de capital para respaldar a sus crecientes poblaciones en edad de trabajar. En mercados desarrollados, la forma en que se adapten al envejecimiento dictará la inversión, con países como Japón invirtiendo en automatización impulsada por IA.
Por último, la fragmentación geopolítica está impulsando la demanda de infraestructura en todos los sectores y países. Las cadenas de suministro son cada vez más complejas, donde algunos países actúan cada vez más como interlocutores comerciales intermediarios. México ya se beneficia de una reconfiguración de estas cadenas, pero requiere de cuantiosas inversiones en infraestructura para aprovechar al máximo esta oportunidad.
La infraestructura es una atractiva oportunidad de inversión, particularmente para inversionistas institucionales de horizontes de inversión extendidos, como los fondos de pensiones y aseguradoras. Es fundamental que los países ajusten incentivos y regulaciones para facilitar que esta inversión tan clave se materialice.