La educación como eje del desarrollo económico
Sergio Lehmann Economista jefe del Banco Bci
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Sergio Lehmann
Desde hace ya tiempo se plantea que la educación en Chile exige mejoras urgentes, con miras a dar un salto potente al desarrollo. La calidad, especialmente en el sector público, es deficiente; en tanto a nivel preescolar se advierte una baja accesibilidad. En los últimos dos años esto se ha agudizado, levantando alarmas. Con gran preocupación la Encuesta Nacional de Monitoreo Educacional en Pandemia reportó recientemente que la asistencia a los colegios alcanza tan solo al 68% del universo de alumnos.
Tal como se dijo tras conocerse esta cifra, se trata de una verdadera catástrofe educacional. Esto no solo tendrá impactos sobre el bienestar futuro de los niños, sino que además tendrá efectos económicos de primer orden, dado su impacto en la productividad. Se suma a ello un entorno internacional más desafiante, cambiante y competitivo, que exige una alta capacidad de adaptación y un conocimiento acabado en materia de nuevas tecnologías.
“Si no iniciamos la titánica tarea de fortalecer la educación a la brevedad, la distancia respecto a los países industrializados en materia de productividad solo aumentará y el sueño de avanzar hacia el desarrollo se irá desvaneciendo”.
Nos hemos pasado décadas haciendo diagnósticos y sugiriendo estrategias sobre cómo mejorar la calidad de la educación, sin tener aún avances relevantes. Utilizando argumentos alejados de lo técnico y reconociendo focos sesgados hacia otros ámbitos, se ha descuidado la formación de nuestros hijos. Ni hablar de las otrora instituciones emblemáticas de nuestro país, capturadas por grupos violentos, radicalizados, que actúan desde los propios colegios torpedeando la educación, comprometiendo su futuro y el de sus alumnos.
La evidencia internacional nos muestra, utilizando información de Penn World Tables, que la productividad en Chile, además de mostrarse prácticamente estancada en la última década, está cerca de 40% por debajo del registro que muestran los países de la OCDE. No hay duda alguna de que, además de factores asociados a dificultades de acceso a nuevas tecnologías, la calidad de la educación es un ingrediente clave donde nuestro país aparece alejado del estándar de países desarrollados, de acuerdo a ranking internacionales
Tal como señala Yuval Noah Harari, autor de “21 lecciones para el siglo XXI”, así como muchos especialistas en la materia, el diseño de la enseñanza actual obedece a un planteamiento basado en la revolución industrial en el siglo XVIII, en el que cada profesor se especializa en una materia, da su clase y se va. Pero lo que hoy se requiere es potenciar lo que se denomina las 4C: Cooperación, Creatividad, pensamiento Crítico y Comunicación.
Estos son los atributos que se requieren para adaptarse a tiempos dinámicos y cambios veloces, en que el conocimiento científico y tecnológico crece de forma exponencial. Esta suerte de revolución educacional, que ya ha comenzado en países referentes en este ámbito, es fundamental para preparar a Chile hacia los próximos cincuenta años.
Si no iniciamos la titánica tarea de fortalecer la educación a la brevedad, la distancia respecto a los países industrializados en materia de productividad solo aumentará y el sueño de avanzar hacia el desarrollo se irá desvaneciendo. En lo último, el foco en nuestro país ha estado en definir un marco legal que garantice derechos sociales, que ciertamente son importantes, pero se han descuidado otras piezas elementales del puzle: aquellas que efectivamente permiten construir un camino que apunte a mejores oportunidades y nos inserte de mejor forma en un mundo cada vez más desafiante y complejo. Es fundamental entregar las herramientas necesarias para ello, y la educación es la principal.