En los últimos años, Chile ha experimentado su mejor momento histórico como receptor de inversión extranjera. Las cifras hablan por sí solas: en 2012 ingresaron
US$ 30.323 millones, lo que duplicó la inversión extranjera de 2010. La cifra de IED como porcentaje del PIB para 2012 también fue la más alta en la historia del país, con 11,3%.
Nos hemos acostumbrado a hablar de cifras récord, lo que se ha sumado a las excelentes noticias económicas que han sido frecuentes en estos años y que se sustentan en pilares como el crecimiento, la competitividad, la transparencia y un ambiente de negocios de excelencia, características que han hecho que Chile se mantenga en la senda correcta en tiempos de crisis económica internacional.
Es ese mismo crecimiento y desarrollo el que hoy supone nuevos desafíos para el país. Durante este gobierno se consolidaron las labores de atracción de inversiones en el Comité de Inversiones Extranjeras (CIE) como única agencia del país dedicada a la materia. Hoy, el CIE no es sólo un organismo que sirve de puerta de entrada para las compañías extranjeras interesadas en invertir en Chile, sino que funciona como interlocutor entre las empresas foráneas y el Estado, facilitando la comunicación público-privada y recogiendo y canalizando las inquietudes de los inversionistas extranjeros. Este rol es fundamental para asegurar no sólo que las inversiones lleguen al país, sino que logren instalarse y desarrollar actividades que aporten a la economía.
Los beneficios de la inversión extranjera son ampliamente conocidos: creación de empleo, transferencia de tecnología y buenas prácticas, capacitación, fomento de las industrias auxiliares, etc. Es interesante ver cómo el ingreso de compañías extranjeras ha potenciado el desarrollo chileno en los distintos rubros durante la historia del país.
Un inversionista extranjero encontrará en Chile las puertas abiertas para desarrollar sus negocios de la mejor forma, y el CIE procurará siempre que su llegada sea expedita e informada, bajo una única garantía: ser tratado en el país como si fuera una empresa chilena. Esto implica tener todos los beneficios de un emprendimiento nacional, pero también las mismas obligaciones.
Tener las puertas abiertas no significa dar carta blanca para que empresas extranjeras ni nacionales incumplan la normativa vigente, o se instalen a contrapelo de las comunidades locales. El crecimiento y la disponibilidad de información permiten que hoy tengamos una sociedad más activa, con grupos organizados interesados en conocer más sobre cada proyecto productivo. La ciudadanía tiene derecho a saber, y es tarea de las empresas reducir las brechas de información y relacionarse con la opinión pública de buena manera. La mejor forma de evitar mensajes erróneos o que información falsa de algún grupo de interés se transforme en una bandera de lucha contra un proyecto, es hablando claro y oportunamente, con información veraz y con canales de comunicación adecuados.
Chile es un país donde ninguna empresa puede pasar por sobre la ley. Proteger esta cualidad, es asegurar el desarrollo sustentable para las futuras generaciones y la base de nuestra política de puertas abiertas y reglas claras.