Hablando de impuestos personales
Herman Bennett C. Consultor y Doctor en Economía
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Herman Bennett C.
El estallido social priorizó la demanda por menos desigualdad. Gasto, déficit y deuda pública están subiendo en respuesta y, salvo una muy grata sorpresa del cobre, veremos alzas de impuestos para aumentar recaudación y aplanar el déficit. La crisis sanitaria actual sólo acentúa este panorama fiscal.
Una arista de esta discusión es si, pasada la urgencia sanitaria, cabe subir el impuesto a la renta de las personas (“IRP”, 2a Categoría+Global Complementario), pues somos el país OCDE que menos IRP recauda como porcentaje de su recaudación impositiva (7% en Chile vs 24% promedio OCDE).
El IRP es un impuesto progresivo: quien más gana, más IRP paga como porcentaje de su ingreso. En cifras redondas: 80 de cada 100 chilenos no pagan IRP (rentas hasta $670 mil); 18 de cada 100 tienen rentas hasta $3.5 millones ($3.25m líquidos) y pagan de IRP hasta 7% de su ingreso; y dos de cada 100 tienen rentas sobre $3.5m y pagan entre 7% y 40%. En la OCDE, una renta con el mismo poder adquisitivo de esos $3.5m paga en promedio 26% en vez de 7% y es donde más diferencias tenemos. Rentas superiores pagan en promedio hasta 41,5% (OCDE) en vez de 40% (Chile).
Ahora bien, es útil no perder de vista al IVA, el otro gran impuesto a las personas que grava el consumo en vez del ingreso. Somos el país OCDE que más IVA recauda como porcentaje de su recaudación impositiva (40% vs 21% promedio OCDE). O sea, bipolaridad tributaria: campeones del IVA y últimos en IRP.
El IVA es un impuesto regresivo: quien menos gana, más IVA paga como porcentaje de su ingreso (aunque todos pagamos un porcentaje similar de lo que consumimos). Los 80 de cada 100 que no pagan IRP si pagan IVA, reflejando que la desigualdad en la recaudación depende tanto del IRP como del IVA. Mirar sólo por un lente -IRP o IVA- impide ver toda la escena.
El IVA tiene el beneficio de ser más difícil de evadir que el IRP y se ha considerado que financia programas sociales que compensan su regresividad recaudatoria. Su estructura actual, sin embargo, se ve menos sostenible a futuro. El nuevo ambiente sociopolítico está más atento a desigualdades y los beneficiarios de programas sociales no necesariamente los valoran acorde al IVA que pagan. Esto podría acentuarse cuando las boletas empiecen a desglosar el IVA.
Una reforma basada en la simple visión “menos IVA y más IRP” sería de brocha demasiado gruesa y anti-recaudadora. La regulación ideal no parece estar delineada aún y eso invita a reflexionar sobre su diseño. Por ejemplo, ¿podemos transformar el IVA en un impuesto progresivo?
En concreto, ¿podemos armar un adecuado sistema que devuelva IVA a los que ganan menos, como sugiere el ex Presidente Lagos, apoyándonos en nuevas tecnologías, boleta electrónica, normas de gasto presunto y efectivo y de bienes durables? Ello permitiría subir el actual 19% de IVA sin generar regresividad y la autoridad podría incluso preferir subir menos el IRP y más el IVA (al ser más difícil de evadir). Estos potenciales beneficios de tener un IVA progresivo ameritan buscar formas creativas para intentar implementarlo.