¿Dónde han ido todos los trabajadores mayores y volverán algún día?
Pilita Clark
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Pilita Clark
Hace poco tiempo me encontré en un almuerzo en el centro de Londres en el que una conocida figura empresarial británica dijo algo inesperado sobre la amenaza de la creciente inflación.
A cualquier compañía con un miembro de la junta directiva que haya sido un alto ejecutivo durante 30 años le está yendo muy bien en este momento, dijo.
¿Por qué? Porque ese director ya habría lidiado con la inflación alta. “Yo estaba vivo en ese momento”, añadió el hombre, de unos 50 años. “Pero no dirigía una compañía”.
“La renuncia de trabajadores mayores representa el retroceso de una importante tendencia, previa a la crisis, hacia fuerzas laborales de mayor edad”.
Recordé sus palabras hace poco, cuando el aumento de los costos de la energía y los alimentos hizo que las tasas de inflación alcanzaran el nivel más alto de los últimos 30 años en el Reino Unido y el más alto de los últimos 40 años en Estados Unidos.
Las ventajas de los trabajadores mayores con experiencia, dentro y fuera de la sala de juntas, nunca han parecido más evidentes.Sin embargo, estas mismas personas están sumidas en un acto de desaparición radical, desapareciendo de sus escritorios a un ritmo mayor que el de sus colegas a mitad de carrera en los centros de trabajo de todo el mundo.
Casi el 70% de los 5 millones de personas que dejaron de trabajar en EEUU durante la pandemia eran mayores de 55 años, dijeron investigadores en noviembre. En el Reino Unido, la tasa de empleo de los trabajadores mayores de 50 años cayó el doble que la tasa de los que tienen entre 25 y 49 años en 2020.
Esto puede ser una buena noticia para los trabajadores más jóvenes que luchan por abrirse paso entre la gran ola demográfica de los baby boomers, que acaparan los empleos.
Y no hay dudas de que muchos de los empleados mayores que están abandonando las compañías se encaminan alegremente a la jubilación tras una recesión que, a diferencia de la última gran recesión de 2008-2009, les ha dejado viviendas y carteras de acciones más valiosas.
Sin embargo, tanto para los trabajadores como para los empleadores, el panorama dista mucho de ser uniformemente prometedor. La renuncia de trabajadores mayores representa el retroceso de una importante tendencia, previa a la crisis, hacia fuerzas laborales de mayor edad.
En EEUU, el porcentaje de trabajadores de 55 años o más pasó del 13% en 2000 al 24% en 2019, y han surgido patrones similares en otros lugares, lo cual es precisamente lo que querían muchos gobiernos.
Elevaron la edad de jubilación para hacerles frente a los temores de que a la población envejecida le sería difícil ser mantenida por una proporción cada vez menor de trabajadores jóvenes, impulsando un aumento del personal de más edad que ha sido una buena noticia para los empleadores en un país como el Reino Unido. En combinación con otras tendencias de migración y desregulación del mercado laboral, les resultaba relativamente fácil contratar a los trabajadores que necesitaban.
Y como muchos de esos trabajadores eran conscientes de la facilidad con que podían ser sustituidos, aceptaban horarios y condiciones de trabajo que les convenían menos que a sus organizaciones.
La pandemia ha cambiado la situación por completo. En innumerables lugares este mes, los empleadores enfrentan una grave escasez de fuerza laboral que ha contribuido a cancelar vuelos de aerolíneas, cerrar restaurantes y vaciar habitaciones de hotel.
Sería un error culpar de todo esto a los nómadas de edad avanzada que se dirigen a una feliz jubilación junto a la playa. Los empleados mayores de 50 años también sufrieron la peor parte de los despidos provocados por la pandemia en muchos países.
Un tercio de las personas despedidas en Gran Bretaña durante la pandemia tenían 50 años o más, según la organización benéfica británica Centro para Envejecer Mejor.
Y los empleados mayores de 50 años que fueron despedidos tenían la mitad de probabilidades que los trabajadores más jóvenes de volver a ser contratados durante la pandemia.
No todos tenían la edad suficiente para tener derecho a una pensión estatal. Esto ha sido desastroso a nivel individual. Pero también les puede causar grandes problemas a las organizaciones que se han acostumbrado a contar con trabajadores mayores y experimentados y carecen de la capacidad de capacitar rápidamente al nuevo personal.
“Las empresas están diciendo, ‘tenemos una fuga de competencias’”, afirma Nick Gallimore, director de innovación de Advanced, un grupo de software empresarial del Reino Unido.
Gallimore pasa mucho tiempo hablando con los directores de recursos humanos y dice que la pérdida de personal que están experimentando las empresas las puede afectar seriamente.
La respuesta, dice, es que las compañías piensen más en cómo atraer y retener a esos trabajadores.
Una forma de hacerlo no será una novedad para ningún empleador que le haya dedicado un minuto a escuchar lo que el personal quiere en estos momentos: la continuación de la autonomía que muchos experimentaron durante la pandemia.
Los empleados de todas las edades quieren más libertad en el trabajo. Para algunos trabajadores mayores, éste puede ser el mejor momento para obtenerla.