Colaboración: con la mera voluntad no basta
ÁLVARO GARCÍA H. Presidente de Colaboración Estratégica, exministro Segpres
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ÁLVARO GARCÍA H.
La colaboración es indispensable para enfrentar los complejos desafíos que Chile y el mundo deben enfrentar y dónde tener éxito depende de una acción colectiva colaborativa. Atender las demandas sociales de manera eficiente y responsable, el cambio climático y el cambio tecnológico son desafíos que no pueden ser asumidos con éxito por un actor individual.
Lograr esa colaboración no es fácil. Lo dificulta el desprestigio de las instituciones que tradicionalmente lideraron la acción colectiva. A ello se suma la fragmentación de la sociedad donde han irrumpido múltiples voces que, crecientemente, solo se escuchan a sí mismas. Sin embargo, no todo es negativo. Existen múltiples experiencias que indican el camino a seguir. Éstas enseñan que se requieren instituciones que cobijen el diálogo, coordinen la colaboración y aprovechen las tecnologías de la información para ampliar los espacios participación. El listado de buenas prácticas es largo, e incluye temas muy distintos. Menciono variados ejemplos.
Existen gobiernos colaborativos que presentan dos características: participación y transparencia. Los países que han logrado el desarrollo, casi sin excepciones, han contado con un consejo ampliamente participativo de carácter consultivo que mantiene la atención en las prioridades del desarrollo sostenible. Irlanda, Finlandia, España, Holanda, Corea, por mencionar algunos, tienen instituciones de este tipo.
“El desprestigio de las instituciones que tradicionalmente lideraron la acción colectiva dificulta la colaboración, a lo que se suman voces que solo se escuchan a sí mismas. Sin embargo, no todo es negativo”.
También se han creado instituciones de colaboración pública-publica para reducir los tiempos de aprobación de los proyectos estratégicos. En Australia, Canadá y Nueva Zelanda se han reducido en un 50%.
En Finlandia, su exitoso sistema educacional, está acompañado de una instancia de colaboración entre docentes, apoderados y gobierno. En Noruega y Estados Unidos existen exitosos programas de seguridad ciudadana de carácter colaborativo entre el Estado y la ciudadanía. También existen instituciones colaborativas para la innovación, la administración del agua, la salud pública y la capacitación laboral. Incluso, la facilitación del diálogo político, que tanto necesita Chile, cuenta con buenas prácticas.
Todas estas instituciones muestran factores comunes. Por sobre todo se orientan a resultados, ya que estos alientan la confianza y comprometen a los actores que participan. Además, son inclusivas de los diversos intereses, facilitan la construcción de confianza entre ellas, informan y habilitan a los actores para que representen sus intereses, convengan propósitos comunes e identifiquen la acción colectiva requerida para lograrlos. También convienen la métrica que permitirá identificar los avances y anticipar las dificultades que enfrenta el proceso.
La colaboración requiere institucionalidad y método, la mera voluntad no basta. Chile requiere dotarse de estas instituciones para avanzar. Sin ellas nos quedaremos en las palabras, cuando necesitamos hechos.