Chile y la penetración de seguros en los países de la OCDE
Sebastián Dabini
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Sebastián Dabini
Desde que Chile pasó a ser parte del selecto grupo de los 34 países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), distintos sectores nacionales se han medido con esta vara de comparación.
Sabemos que el objetivo de los países en vías de desarrollo es crecer y en economías serias como la nuestra, el crecimiento debe alcanzarse de manera progresiva y con un respaldo que permita enfrentar las temidas eventualidades que pueden echar por la borda el trabajo de años.
Si bien Chile ha avanzado en este propósito con una tasa de penetración de seguros generales de 1,65% (prima directa sobre PIB), aún estamos muy lejos de las grandes potencias y nos ubicamos en el lugar número 25 si comparamos nuestro índice con los que han alcanzado los diferentes países de la OCDE. Naciones como Nueva Zelanda (5,26%) y Corea del Sur (5,25%) triplican nuestro monto asegurado.
En estas economías son las mismas aseguradoras las que se apropian de las adversidades cuando éstas golpean, sacándole un peso importante de los hombros a las autoridades y al empresariado que busca recuperarse tras las crisis repentinas, provocadas por distintos factores, como desastres naturales, cambio climático, entre otros.
El actual gobierno hizo un llamado a darle mayor uso al seguro agrícola, poniéndose como meta para estos 4 años alcanzar un aumento de 50% en las coberturas de estas pólizas. Las heladas y la sequía han causado estragos en los sectores de cultivo y -muchas veces- pequeños y medianos agricultores lo pierden todo por una mala temporada. De ahí la importancia de avanzar, tanto en éste como en otros sectores, tanto en el mundo privado como en el público.
El Estado juega un rol importante en este sentido. Incluso, podríamos analizar la propuesta de una suerte de seguro obligatorio, como el que debemos sacar para obtener el permiso de circulación de un auto, pero para construcciones, tanto de hogares como de industrias en zonas de riesgo ante terremotos y tsunamis. Esto permitiría que nos levantáramos tras este tipo de desastres sin redestinar fondos asignados al desarrollo y el crecimiento del país.
Llegó la hora de preocuparnos de cuidar lo que tanto trabajo nos ha costado lograr y así evitar la incómoda posición de aquellos países que ven su economía dependiendo de los sorpresivos desastres que padecen.