Álvaro Jana
Durante los últimos meses del año 2013, surgieron permanentes y duras críticas hacia el gobierno del Presidente Piñera por la participación de Chile en el Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio o TPP. Muchas de ellas fueron hechas por personeros, parlamentarios, ex autoridades y actuales autoridades de la hoy Nueva Mayoría.
Cuestionaron la necesidad del TPP exigiendo un debate público, técnico y político sobre sus implicancias. Incluso en su programa de gobierno se insinuó un riesgo de no estarse resguardando los intereses de Chile por una supuesta urgencia por terminar la negociación. Cuesta recordar que haya habido alguna vez una crítica y politización como éstas en torno a la negociación de un TLC. Por el contrario, nuestra tradición como país y tal vez el mayor activo internacional de Chile en este ámbito, había sido el contar con un ejercicio continuo y coherente de nuestra política comercial.
La verdad es que estas críticas siempre me llamaron la atención. El TPP era y sigue siendo una iniciativa relevante para Chile de la cual no podemos restarnos. Ser parte del TPP es la continuación natural y consecuente de lo que Chile ha venido haciendo durante los últimos 30 años con su política de apertura e integración al mundo, en especial con el Asia Pacífico. La idea de un TPP fue de Chile y surgió en APEC. Su base es el P4, TLC suscrito el 2006 entre Chile, Nueva Zelandia, Singapur y Brunei.
Fue el gobierno anterior de la Presidenta Bachelet en el cual se comenzó a dar forma al TPP, aceptándose la incorporación de países como Estados Unidos y ciertas reglas de confidencialidad, y en buena hora que se haya hecho. No negociamos ni con urgencia ni con deliberada lentitud. Imposible controlar a 11 países. Negociamos buscando el mejor interés Chile con equipos de expertos gubernamentales de primer nivel que al día de hoy siguen haciéndolo. Los aspectos sensibles, defensivos o que requerían mayor análisis, quedaron sin ser aceptados. Los resguardamos a la espera de la necesidad de buscar los consensos internos en función de un balance más final de los beneficios y concesiones del acuerdo.
Por supuesto que siempre es posible mejorar la comunicación pero varias veces dimos cuenta en el Congreso del estado de las negociaciones y de esas sensibilidades. La Direcon dialogó periódicamente con actores interesados en el TPP algunos de los cuales después reclamaban falta de transparencia pero al hacerlo, denotaban mucho conocimiento del TPP y contenidos, pero no importa.
Aquí, lo único que sí importa es el bienestar de Chile. Por lo mismo, fue una gran noticia ver que el gobierno de la Presidenta Bachelet continuara con las negociaciones del TPP y que las críticas injustamente levantadas en un principio ya no se escuchen. Es aún mejor noticia haber visto en la reciente cumbre de APEC en China, el entusiasmo y compromiso de la Presidenta por llevar a buen término este acuerdo, buscando como ha sido nuestra tradición el mejor balance final para los intereses de Chile. Como país, entonces, nuestro deber es apoyarla para lograrlo.