Fusiones y adquisiciones
Más que alarma, todo este ciclo debe producir satisfacción ya que habla de una economía que puja por crecer y de un marco institucional que asegura el bien común
Las últimas semanas y meses han sido testigos de una seguidilla de anuncios de fusiones y adquisiciones en el mapa empresarial. En el sector pesquero, sin ir más lejos, tras el anuncio de una drástica reducción en las cuotas de captura, seis empresas han informado de integraciones, lo que llevaría a que en la zona centro sur un 65% de las capturas estarían en manos de las tres alianzas resultantes. En el rubro inmobiliario ha pasado otro tanto y la compra del 100% de Tecsa por parte de Salfacorp (que hasta donde se sabe fue un proceso competitivo, ya que la primera había estado en conversaciones con otra compañía, Besalco), es una operación de escala significativa para el sector. Y ni hablar de otros anuncios como la compra de Alvi por parte de SMU, los procesos de integración operativa entre Nestlé y Soprole y el ya largo trámite de integración de LAN y TAM.
Si bien operaciones de negocios de este tipo se producen permanentemente y nada permitiría sacar como conclusión que ha habido una aceleración excepcional más allá del impulso propio que produce el alentador momento económico, tal vez como nunca en el último tiempo todas ellas han ido acompañadas del anuncio de investigaciones por parte de la Fiscalía Nacional Económica (FNE) o bien ya se encuentran en evaluación de sus alcances en materia de competencia.
No deja de sorprender que para algunos sea noticia que en cada uno de estos casos las autoridades hagan su trabajo y decidan mirar los alcances de esas operaciones. El país se ha dotado de una institucionalidad para velar por el correcto funcionamiento del mercado y ello fue posible porque concurrieron a ello representantes políticos de todos los sectores. Como lo afirma la FNE en su sitio Web su misión es posibilitar que los beneficios del intercambio en una economía de mercado, basada en la libre y sana competencia, produzcan el mayor bienestar general de los ciudadanos, y evitar que agentes con poder de mercado, individual o conjunto, perjudiquen dicho interés público.
En síntesis, nada de malo tiene que las empresas exploren alianzas para crecer, abordar nuevos nichos o internacionalizarse. Es más, el entorno competitivo globalizado las insta a hacerse preguntas y a buscar respuestas que incluyen soluciones de ese tipo y que podrían, incluso, tener beneficios para los consumidores. Y nada de malo hay en que la autoridad vigile esos procesos y si cumplen con la ley y las normas dé un sello de garantíade que no serán perjudiciales al bien común. Más que alarma, todo este ciclo debe producir satisfacción ya que habla de una economía que puja por crecer y de un marco institucional que asegura el bien común.