Padre Hugo Tagle

Verdades incómodas

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 11 de julio de 2016 a las 04:00 hrs.
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El Papa Francisco ha puesto el dedo en la llaga en más de una oportunidad con sus intervenciones. No es un Papa de salón, de buscar agradar a todo el mundo, de replegarse solo en la oración para “la salvación de las almas” como les gustaría a alguno que sienten a este Papa intruso e incómodo. El Papa Bergoglio ha sido un profeta, un hombre de Dios que le recuerda al mundo que el dios de los cristianos no es una entelequia, un placebo para adormecer la conciencia, evadirse con frases y lugares comunes que distraigan y nublen la realidad, siempre incómoda e impertinente en su crudeza. No. El dios de los cristianos, Jesús, es Dios hecho hombre y, por lo mismo, abarca toda la vida, cuestionando todos sus rincones. Hace un tiempo llamó la atención sobre los abismos sociales que, antes que disminuir, aumentan. Hoy, resulta tanto más actual, dado el panorama mundial. Así lo recoge el periodista Marco Politi, en un libro-reportaje sobre el Papa. Francisco cuestiona la teoría según la cual, dejando en libertad las fuerzas económicas sin intrusiones estatales, se producirían finalmente repercusiones favorables para los más pobres. “Existía la promesa –dice el Papa– de que cuando el vaso estuviese lleno, desbordaría y los pobres se beneficiarían. Sucede en cambio que cuando está lleno, el vaso mágicamente se hace más grande, de modo que de él nunca sale nada para los pobres”. Es una justa advertencia ante una forma de comprender la vida que no soluciona el drama de los excluidos. Otro tanto hizo en su profético texto, Laudato Sí, mostrando sin tapujos la tragedia que se nos avecina si no hay voluntad de enmienda. No basta la sola buena voluntad para mejorar el medio ambiente. O cambiamos radicalmente de conducta, o estamos condenados a la extinción.

Sí, el Papa nos recuerda verdades incómodas. No se puede encerrar en el recinto del templo el mensaje de San Francisco o de la madre Teresa de Calcuta. Una fe auténtica nunca es cómoda ni individualista. Implica siempre el deseo de cambiar el mundo y “dejarlo algo mejor después de nuestro paso por él”.

La Iglesia en la que piensa Francisco está lejos de ser esa que pareciera obsesionada con la “transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”(EG). Por el contrario, la Iglesia de Francisco se arriesga, enfrenta al hombre actual para, desde ese cuestionamiento, responder a su sed de Dios. Y esto, con la confianza paulina de que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio” (Rom 8,28).

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