Por Isabel Ramos Jeldres
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no atraviesa su mejor momento. El Congreso está trabando sus proyectos a sólo seis meses de las elecciones legislativas -donde arriesga perder la mayoría en el Senado- y su popularidad está a la baja.
Según una encuesta divulgada la semana pasada, realizada por The Washington Post-ABC News, la popularidad del mandatario bajó a 41% en abril (desde 46% a comienzos de año) y su desaprobación subió a 52% (desde 50%). Pero el apoyo del presidente también ha caído en el Congreso.
De forma irónica, mientras en varias partes del mundo se conmemoraba el Día del Trabajador, el Senado estadounidense rechazó categóricamente, por 54 votos contra 42, el alza del sueldo mínimo, una de las prioridades legislativas del presidente.
El proyecto, que elevaba el salario mínimo por hora de US$ 7,25 a US$ 10,10, habría sido el primer aumento federal desde 2009. “Ellos (los republicanos) evitaron un alza para 28 millones de trabajadores estadounidenses. Dijeron que no a ayudar a millones a salir de la pobreza”, dijo Obama en la Casa Blanca.
Otra de las prioridades en la agenda del mandatario es concluir la negociación de los tratados comerciales pendientes. Ese era uno de los focos de la reciente gira a Japón y otros países de Asia.
Obama esperaba destrabar las conversaciones para avanzar en el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, su sigla en inglés), pero en su reunión con el primer ministro Shinzo Abe sólo se identificó un “patrón a futuro”, y ningún resultado concreto.
Según expertos, sin un acuerdo claro entre EEUU y Japón -específicamente en el tema del acceso al mercado agrícola y automotor- el TPP podría descarrilarse fácilmente, y con él los planes de Obama de exhibir la conclusión del acuerdo ante los demócratas escépticos y lograr que le concedan un “fast-track”.
Esta herramienta permite que el Congreso vote a favor o en contra de los acuerdos comerciales negociados por el presidente, pero sin la posibilidad de realizar modificaciones a los proyectos.
Sin tiempo
Lo que menos tiene el presidente es tiempo. Si quiere que el Congreso apruebe el TPP antes de fin de año, debe terminar las negociaciones en el verano (boreal), para tener unos meses para preparar el texto final que será presentado al Congreso.
Lo ideal sería dejar el tema resuelto antes de las elecciones legislativas de mitad de período que se realizarán en noviembre, porque la baja popularidad de Obama hace prever que el Partido Demócrata podría perder su mayoría en el Senado y mantener su minoría en la Cámara de Representantes.
De lo contrario, las negociaciones del TPP y el debate por el fast-track se podrían prolongar hasta 2015, topándose con las primeras primarias presidenciales, que se realizarán en 20 meses.