Exministro Rodrigo Valdés aterriza en el FMI como director del Departamento del Hemisferio Occidental
El economista asumirá el próximo 1 de mayo en uno de los cargos más estratégicos del organismo. Reemplazará a Ilan Goldfajn, quien hoy preside el Banco Interamericano de Desarrollo (BID.
- T+
- T-
Durante esta mañana, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, anunció que el exministro de Hacienda de Chile, Rodrigo Valdés, será el nuevo director del Departamento del Hemisferio Occidental (WHD, por su sigla en inglés) del organismo.
Así, el economista asumirá el cargo -uno de los más altos en el fondo, al tener incidencia sobre una treintena de países del hemisferio- el próximo 1 de mayo y reemplazará al brasileño Ilan Goldfajn, quien hoy preside el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
“Estoy encantado de que Rodrigo se una a nuestro equipo como el nuevo director de WHD. Él no es ajeno al Fondo, ya que se desempeñó como director adjunto en los Departamentos de Europa y WHD de 2009 a 2012, donde se lo recuerda como un gerente solidario y por su peso intelectual mientras ayudaba a los países a superar las consecuencias de la crisis financiera mundial. ”, comentó Georgieva en un comunicado.
Así, el exministro se convierte en el segundo chileno en asumir el cargo, luego de que Nicolás Eyzaguirre ejerciera la función entre 2008 y 2012.
Y en la entidad compartirá en el FMI con otro exministro de Hacienda chileno, Rodrigo Cerda,quien se desempeña como jefe de la división de gasto público del organismo.
Activo rol en el debate público
Valdés se desempeña hoy como académico en la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica, lugar al que llegó luego de renunciar en agosto de 2017 al cargo de ministro de Hacienda de Chile de la segunda administración Bachelet a donde había llegado en 2015.
Tras la salida del Gobierno, comentó a Diario Financiero en noviembre de 2019 -tras ser elegido por tercer año como economista del año por sus pares-, no sabía cuál sería su nuevo puesto profesional, pero sí sabía que quería aportar, “influir algo” tras su paso por el mundo público -incluido organismos internacionales- y el privado. ¿En qué? En el desarrollo de las políticas públicas, en especial en dos temas que le apasionan: pensiones e impuestos.
Ahí también lo encontró el estallido del conflicto social en el país, frente a lo cual se declaró "perplejo" y planteó la "urgencia de encontrar un camino conjunto para construir un pacto nuevo"
Aquí parte de la conversación que sostuvo con este medio en ese entonces.
- Como economista, ¿hace algún mea culpa ante el conflicto social? ¿Hubo mucha soberbia?
- Esa pregunta me la hicieron en un tono bastante más duro mis alumnos de nuestro magíster en una reflexión colectiva. Al principio, les dije que me costaba hacer un mea culpa, pero sí creo que los economistas empezamos a pensar que podríamos sustituir las preferencias de la gente, a pensar qué era bueno para ellos y qué era malo. Y eso es peligroso.
Los economistas somos expertos en pasar como de contrabando nuestras ideas políticas como ideas técnicas, y de eso se ha abusado en Chile, probablemente yo también.
- Su camino luego de haber sido ministro de Hacienda ha sido bien atípico, no se restó, al contrario ha estado presente en el debate de políticas públicas. ¿Por qué?
- Bueno, en parte porque trabajo en la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica y nuestro mandato es acercar a la universidad, a los alumnos y a los académicos a las cuestiones públicas. Es una de las varias apuestas que está haciendo la universidad para cumplir a cabalidad su rol público.
- ¿Cuando salió del Gobierno, pensó que iba a ser así, manteniendo vigencia?
- Desde que salí del ministerio (en agosto de 2017) he sentido que no tengo un camino muy claro hacia dónde voy. Antes del ministerio imaginaba más o menos qué podía hacer con mi vida profesional en los siguientes cinco o 10 años. Por primera vez me siento así. Siento libertad, pero también incertidumbre. Y he encontrado en la universidad, en mis colegas de la Escuela de Gobierno, en los alumnos, un espacio muy rico de reflexión que hace más fácil esto de estar con un pie en la academia y un pie en la política pública.
- ¿Tiene costos?
- No, aunque quizás sí en tiempo. Hoy hago muchas cosas y tengo pocas economías de escala en los distintos ámbitos de mi vida y eso a veces es costoso. Participo en un par de directorios que me aterrizan a cosas mucho más prácticas, hago bastantes clases y eso también es muy interesante. Algunos cursos son muy demandantes porque cruzan líneas a las que no estaba acostumbrado. Es el caso con una intro a las políticas públicas en Sociología, con Pilar Larroulet. Son alumnos más grandes, de cuarto año, que vienen con su molde de sociólogos. La economía es vista como algo amenazante y hegemónico, y se genera una tensión donde la mitad del curso queda contenta y la otra mitad bastante enojada. Es como un pequeño laboratorio del mundo real, en que hay que conversar con gente distinta. Ese mismo curso, pero abierto a todas las carreras, es muy interesante. Es muy autoseleccionado, de alumnos muy interesados en política pública. Trato de chasconear a los economistas e ingenieros y de peinar un poco a los que vienen de otras carreras.
- Y entre el peinar a unos y despeinar a otros, ¿le ha abierto su cabeza?
- Mi vida previa me había abierto algo la cabeza, pero el trabajo con los alumnos me ha llevado a temas que no veía en el mundo de gobierno o en el FMI. Por ejemplo, los temas medioambientales son mucho más importantes para los jóvenes de lo que ocurre en otros círculos; tienen una visión de la vida mucho más volátil. Ha sido interesante ver el cambio generacional.