Por Claudia Rivas Arenas
En la Alianza existe un diagnóstico compartido sobre los desafíos que los nuevos presidentes de la UDI y RN, Ernesto Silva y Cristián Monckeberg, respectivamente, deberán enfrentar durante los próximos dos años: repotenciar la coalición desde la oposición; prepararse para los procesos eleccionarios de los siguientes dos años; y, enfrentar con una identidad propia la agenda del gobierno de Michelle Bachelet. Una tarea que bajo las actuales condiciones parece difícil. Sin embargo, hay quienes tienen la convicción de que frenar los avances de la actual administración en algunas materias va a constituir el incentivo para que el gremialismo y Renovación Nacional permanezcan unidos y hagan todos los esfuerzos para atraer y mantener en el pacto a Amplitud y Evópoli.
A pesar de que mayoritariamente, en la derecha estiman que estos dos años deberían ser como una “tregua” de preparación para las elecciones de los dos siguientes, lo cierto es que Silva y Monckeberg tendrán mucho trabajo. Porque todos esperan de ellos que logren generar una relación que finalmente consiga lo que ni siquiera se alcanzó siendo gobierno, con Sebastián Piñera a la cabeza: transmitir una imagen creíble de unidad. Pero cumpliendo con lo que cada uno de los partidos espera de ellos, es decir, que cada uno se pueda perfilar con una identidad propia, porque de eso dependerá su futuro electoral. En la UDI, ese es un tema particularmente sensible, luego de la dura derrota sufrida en las pasadas elecciones, tanto a nivel presidencial como parlamentario, aún cuando sigue siendo la principal fuerza política en el Congreso.
El reto de las reformas
Todo esto en el marco de las reformas estructurales que el gobierno ya comenzó a tramitar en el Congreso y en las que la Alianza no ha logrado, hasta ahora, generar un polo opositor real y bien organizado. En la UDI argumentan que a partir de esta nueva etapa podría cambiar sustancialmente el escenario en la Alianza, porque la relación entre Silva y Monckeberg es buena, a diferencia de lo que ocurre con Carlos Larraín, con quien derechamente “no se puede conversar”. Un argumento que el gremialismo viene esgrimiendo hace varios años para justificar la falta de unidad en el bloque. Sin embargo, en materia de reforma tributaria, sólo al final de la tramitación en la Cámara Baja, la UDI pudo cuadrar a sus socios en el rechazo y porque las negociaciones entre RN y el gobierno fueron infructuosas. Si eso cambia en el Senado, Renovación dejaría a sus aliados aislados, profundizando las diferencias entre ambos.
En lo relativo a la reforma educacional el escenario parece ser menos dramático, pues habría más coincidencias. Pero donde pueden volver a surgir diferencias que parecen insalvables es en el marco del debate constitucional. Por lo pronto, RN siempre se ha mostrado abierto a cambiar el sistema binominal y en esta ocasión podría ser que, justamente por razones electorales, se sintiera inclinado a aprobar la iniciativa del gobierno, con las indicaciones que desde todos los sectores preparan desde ya. Y ha sido el propio Monckeberg, quien debería resultar elegido cómodamente en el proceso electoral de mañana, que ha acusado a sus socios de resultar beneficiados por el actual mecanismo electoral, lo que reafirma la necesidad de cambiarlo, desde el punto de vista de su partido. Porque esta crítica no es nueva y es compartida unánimemente en la casona de Antonio Varas.
Intereses particulares
Y si bien la unidad del sector es una aspiración real, los intereses particulares de cada partido le juegan en contra. De ahí que este desafío constituya una difícil prueba para los nuevos jefes de partido. Por otra parte, tendrán que competir permanentemente con la figura del ex mandatario, quien ha intentado imponerse como el eje coordinador de la derecha, desde su fundación “Avanza Chile”, aunque sin mucho éxito. En la Alianza incluso hay quienes están convencidos que “aunque Piñera quiera no va a estar en el centro, no va a ser el protagonista”. Otro elemento que no pasa inadvertido es el surgimiento de Amplitud y Evópoli. Estos “grupos”, como los denominan en la derecha, no han logrado aún el objetivo que ellos mismos se autoimpusieron que era el de “ampliar la Alianza hacia el centro”, por lo que tanto en la UDI como en RN coinciden en que hasta ahora no son relevantes al interior del pacto.
Así, en medio de los desafíos que Silva y Monckeberg tienen para levantar a su sector, hay dos elementos que les juegan en contra: “la ansiedad hegemónica de la UDI” y la necesidad imperiosa de cada uno “de competir para posicionar a sus fuerzas políticas con miras a las elecciones”, dos elementos que históricamente los han dividido.