Revolución 4.0 abre dilema de seguridad entre países
La feroz competencia por el liderazgo tecnológico permite la posibilidad de Estados que ganan o pierden poder. La innovación, el talento y la resiliencia otorgan ventajas geopolíticas.
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La automatización total de la remanufactura a través de los sistemas ciberfísicos, gracias al internet de las cosas y el cloud computing, define en parte la cuarta revolución industrial. El mundo está ante la creación de una "fábrica inteligente" que puede elevar los niveles de ingreso globales y mejorar la calidad de vida de poblaciones completas (este 4.0 promete hasta una biología avanzada para "curar" el envejecimiento y alcanzar la utopía de la inmortalidad). Además, es posible que la humanidad transite hacia las energías limpias, los alimentos artificiales, la colonización de planetas y la telepatía de seres casi "post humanos". Y pareciera que será sin los temores al desempleo, según la Universidad de Boston, ya que investigadores de ese plantel argumentan que esta automatización va de la mano con la creación de nuevos puestos de trabajo.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Oxford estima todo lo contrario, señalando que cerca de la mitad de los empleos de Estados Unidos se perderán en las próximas dos décadas. Por su parte, en Europa anuncian que más de 5 millones de personas quedarán sin trabajo en los 15 países más industrializados del orbe. Probablemente, en el proceso de transformación sólo se beneficien quienes sean capaces de innovar y adaptarse.
La primera revolución industrial estuvo definida por la mecanización y la llegada de una economía de carácter urbano, la segunda fue la electricidad junto a Tesla y Edison, la tercera se centró en la informática con las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), y ahora la cuarta aborda con todas sus fuerzas la nube, la digitalización y la robótica, entre muchas otras creaciones. Los sondeos reflejan las preocupaciones de empresarios por el "darwinismo tecnológico", donde aquellos que no se adapten no lograrán sobrevivir. Los pragmáticos alertan que esta cuarta revolución aumentará la desigualdad en el reparto del ingreso y traerá consigo toda clase de dilemas de seguridad geopolítica.
Esto mismo se preguntó el World Economic Forum en su estudio "Tres formas en que la cuarta revolución industrial está dando forma a la geopolítica". Para su autor, Peter Engelke, del Atlantic Council, la competencia tecnológica entre las potencias mundiales es un importante motor de disrupción, que permite que los Estados ganen, usen o pierdan poder. ¿Qué determina la seguridad de estos países? La innovación, el talento y la resiliencia.
De acuerdo con lo planteado, la feroz competencia por el liderazgo del sector tecnológico es intensa. Esto impulsa a los Estados a invertir en innovación, con los temores de no quedarse atrás en el campo de batalla, de modo de lograr tener seguridad y poder en un mundo inseguro.
El desarrollo tecnológico ha jugado un papel obvio en la guerra. La ametralladora Maxim, el gas venenoso, el napalm y las armas nucleares son sólo una pequeña fracción de la multitud de inventos bélicos modernos. "Mirando hacia el futuro, las invenciones que surjan a través de los avances en nanotecnología, biotecnología e inteligencia artificial, cambiarán la guerra, desde la logística hasta el armamento. El más importante de estos inventos otorgará una ventaja geopolítica temporal y la humanidad tendrá que vivir con ellos para siempre", sostiene el estudio.
Talento y resilencia son poder
Tal como lo describen anualmente entidades como la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), la mayor parte de las tecnologías nuevas y disruptivas del mundo se produce en un puñado relativamente pequeño de países. Las sociedades que logran crear o atraer masas críticas de personas talentosas, que pueden ser inventores, empresarios, científicos, ingenieros, investigadores, siempre ganan en sus entornos creativos.
La investigación científica de alta calidad de ninguna manera se limita a los Estados Unidos, puesto que Israel y Corea también son líderes mundiales, invirtiendo más del 4% anual de su PIB en I+D. Muchos países están impulsando fórmulas para crear e importar personas talentosas del exterior. Por ejemplo, el estudio destaca a Start-up Chile como un acelerador público que ofrece a los empresarios de cualquier parte del mundo una visa de trabajo por un año, financiamiento inicial, capacitación, tutoría y más. Este modelo ha sido adoptado por una serie de otras naciones del mundo.
En otro plano, no se debe ignorar que muchas personas quedan fuera de los sistemas innovadores. Los países líderes han invertido en estrategias basadas en la resiliencia, que están diseñadas para maximizar las probabilidades de que sus ciudadanos prosperen a partir de cambios disruptivos. En esta cuarta revolución industrial, tanto el talento como la resiliencia constituyen poder. Si no existen mecanismos creados para enfrentar los desafíos económicos y políticos que surgen de la disrupción tecnológica, las sociedades "corren el riesgo de volverse menos estables en lugar de más estables".
El estudio señala que "los responsables políticos de todo el mundo deben encontrar formas de atraer a más personas al sector tecnológico. Desafortunadamente, es un club exclusivo: independientemente del país, esos trabajadores son desproporcionadamente masculinos y provienen de los estratos más ricos de la sociedad. Los gobiernos deben hacer un mejor trabajo para equipar a las mujeres, las minorías raciales y étnicas, y las personas de estratos socioeconómicos más bajos con las herramientas necesarias para competir en este sector".
Si bien es cierto que la Revolución 4.0 permitiría agregar US$ 14,2 billones a la economía mundial en los próximos 15 años, también constituye un grupo de tecnologías sin acuerdos de restricción de uso por las grandes potencias del mundo. Los riesgos pueden ser mayores si no existe una gobernanza global de pactos y estándares. "Esto puede traer sorpresas desagradables entre los países", argumenta el estudio.