¿Cuál desarrollo y con cuál Estado?
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La Subsecretaría de Economía se encuentra estudiando experiencias internacionales de bancos estatales del desarrollo. En nuestra edición de ayer, como parte de la serie “periodismo de soluciones”, se detallaron tres ejemplos que estarían en la mira del Ejecutivo -China, Alemania y Brasil-, que se espera podrían entregar lecciones de cara a superar una matriz productiva que, en cierta mirada, estaría en la base de la incapacidad de Chile para alcanzar el desarrollo.
Se insiste en crear nuevas instituciones estatales, en lugar de mejorar la gobernanza de las que ya existen.
Esto último es discutible. Si bien algunos sectores apuntan al “modelo extractivista” como una de las razones para el subdesarrollo, lo cierto es que esos sectores -minería, agro, forestal y otros- han sido factores fundamentales en el crecimiento económico de las últimas décadas. Antes que a “superarlos”, el objetivo debiera ser más bien potenciarlos, lo que no obsta a apuntar hacia formas de diversificar nuestra economía (aunque paradojalmente, algunos ejemplos de nuevos motores de desarrollo también apuestan por los recursos naturales que Chile tiene en abundancia, como el litio o la energía solar).
Llama la atención, por otra parte, que los partidarios de una política industrial articulada en torno a un Banco Nacional de Desarrollo poco se refieran a las capacidades actuales del Estado chileno. Justamente algunas de las principales falencias de Chile tienen raíz en fallas básicas del Estado -educación, salud, seguridad-, pero aun sí se quiere apostar a que éste entregue soluciones a problemas más sofisticados, como los que plantea el siglo XXI en diversos ámbitos. Esto, incluso cuando ya existen instituciones públicas, como Corfo, creadas específicamente para potenciar el desarrollo más allá de la explotación de recursos naturales.
Justamente el caso de Alemania es ilustrativo, pues se trata de un Estado altamente profesionalizado capaz de asumir desafíos complejos; siendo China un Estado de tipo autoritario y escasa transparencia, y Brasil uno con severos problemas de corrupción e ineficiencia.
Así, una vez más el foco primordial se pone equivocadamente en la creación de nuevas instituciones estatales, en lugar de la buena gobernanza de las que ya existen.