Justicia, la grieta del modelo
Tomás Sánchez V. Emprendedor @TomsAwaki
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Tomás Sánchez
Se ha hablado mucho de los ajustes necesarios al modelo económico, por lo que me gustaría ir a lo que creo ha sido su talón de Aquiles en la versión local: sus valores fundantes. El mercado puso la meritocracia sobre la mesa, pero no se cumplió el corolario necesario de ese valor: la justicia.
No estoy hablando de justicia “social” como la reivindicación de un grupo desprotegido o vulnerado, ni de una deuda histórica. Tampoco de lo que es justo desde una perspectiva macro o humanitaria, mirando la sociedad de un punto de vista normativo donde las cosas debiesen ser de determinada forma. Me refiero a justicia en una derivada más esencial y mundana. Recibir lo que cada uno merece, ni siquiera por su dignidad humana.
Si hice mejor la pega que el tipo junto a mí, ¿por qué lo ascienden a él? Si acordamos que vendía estos productos y tú me los pagabas, ¿por qué no me pagas a tiempo? Si los dos nos regimos con el mismo código tributario, ¿por qué tu empresa paga menos impuestos que la mía? Si no hay justicia, ¿de qué meritocracia me hablan? Es una promesa vacía. Es una farsa.
Este juego que acordamos jugar fue una gran estafa. Mientras todos corríamos y nos esforzábamos, los resultados se arreglaban en otro lugar o se ajustaban con reglas que desconocíamos. Algunos, sin mérito, tenían resultados mejores y además abusaban. Eso rompe el trato.
Muchos argumentaremos que no es así, que son imperfecciones por corregir y que las malas prácticas de unos pocos no pueden destruir las correctas acciones de la mayoría. Es un rayado de cancha claramente mejor que otros, pero este se ha denigrado a vista y paciencia de todos. Mientras que en la cuna del capitalismo los delitos de cuello y corbata se pagan con cárcel, en Chile aún se resuelven con multas irrisorias. Por lo mismo, vienen muy bien los comentarios del presidente de la CPC, Alfonso Swett, al respecto. Vergüenza nos debería dar que la SEC de Estados Unidos acusara y sancionara a dos chilenos por uso de información privilegiada, antes que algún órgano local. Buena suerte similar han corrido tantos otros casos donde ejecutivos han sabido arreglárselas para llegar a acuerdo y salir libres. Ni siquiera las multas son mayores a las ganancias. Hemos sido cómplices pasivos. Esta impunidad, sumada a los abusos con proveedores y clientes, es lo que ha deslegitimado el modelo. Ojalá no sea demasiado tarde.
Creo que no lo es. Muchos tienen una mirada optimista sobre cómo las empresas y el mercado pueden ser un círculo virtuoso y creador de valor para la sociedad, pero lamentablemente no son todos. Estoy hablando de valor no meramente económico, sino de genuino bienestar social. “Hoy estamos frente a un desafío adaptativo, y por lo tanto nadie conoce la respuesta”, reflexionaba Rodrigo Jordán en una entrevista. Es así, nunca como humanidad nos habíamos enfrentado a una sociedad con estos valores y aspiraciones en este contexto político y económico. Lo único claro es que hay que cambiar.
Por lo tanto, el camino que viene es uno donde, a punta de prueba y error, en conjunto con un juicio crítico y honesto, tendremos que dar los próximos pasos. Por lo mismo, va la pena volver a poner sobre la mesa el rol de la empresa en la sociedad. ¿Es meramente económico? ¿Tiene algo que decir sobre la construcción de confianza y tejido social? ¿Debiera complementar al Estado en resolver desafíos sociales?
Me huele a que la empresa no podrá restarse de ser parte de la solución activamente. No voluntarista o filantrópicamente, sino que desde la esencia de su ethos, estrategia y operación. Ha sido un invento demasiado bueno como para no ponerlo al servicio de nuestros mayores problemas. Creo que es tiempo de preguntarnos si la empresa es simplemente una institución pagadora de sueldos e impuestos que se limita cumplir la ley, o quizás puede ser mucho más.