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Columnistas

Reforma Laboral: Quien parte y reparte se lleva la mejor parte

Manuel Bengolea

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 23 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.

La creencia popular es que el encargado de repartir, usualmente, se llevaba la mayor tajada. En la actualidad quien ejerce el rol de repartidor, para evitar la discrecionalidad en la distribución, es el mercado, pues hasta ahora no hay forma más justa que dejar que la competencia decida quién se lleva qué. ¿Qué tiene que ver esto con la reforma laboral? Bastante, pues su discusión trata de cómo repartir la riqueza que generan las empresas. Una buena legislación laboral debería minimizar la arbitrariedad en la distribución de esta riqueza y permitir que las fuerzas de mercado operen correctamente. La actual ley, aprobada el 2001, tiene los años suficientes como para comprobar cómo ha sido la repartición. Esto es, quién se ha beneficiado más con los frutos del crecimiento económico, los empresarios o los trabajadores.


Junto con el envío de la Reforma Laboral (RL) al Congreso, arranca también la retahíla de "opiniones" respecto de ésta. Muchos, a mi parecer, con oratoria grandilocuente, exponen los argumentos de por qué la reforma es positiva para los trabajadores, y otros por qué resultaría negativa. Sin embargo, son pocos los que dedican tiempo al análisis de las cifras.


En entrevista radial, el presidente de la Comisión de Trabajo y Seguridad Social de la Cámara, diputado Tucapel Jiménez, afirmaba que esta reforma era buena porque "inducía a relaciones laborales más equitativas", y que "las utilidades de las empresas no dicen relación alguna con el sueldo de los trabajadores", atestiguando con ello que la actual legislación laboral ha sido mala para los trabajadores. Si existiese "abuso de poder" por parte de empresarios, en desmedro de sus empleados, que es el argumento esgrimido por el Diputado, el Gobierno, y sus partidarios, para justificar el contenido de esta reforma, entonces las ganancias del crecimiento económico deberían haberse repartido injustamente, esto es, más para empresarios y menos para trabajadores. Como veremos a continuación, las cifras demuestran que lo que ha sucedido, es justamente lo contrario.


El ingreso laboral desde el 2006 hasta el 2013 (no hay cifras en 2014), ha aumentado en forma sostenida y a un ritmo mayor que el crecimiento del PGB. En efecto, en dicho período y en términos reales, el primero aumentó como promedio anual un 5,8%, mientras el segundo un 4,0%. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) muestra que entre el 2010 y el 2014 (noviembre), tanto la creación de empleos como los remuneraciones reales, aumentaron como promedio a una tasa anual de 3,6% y 2,9%, respectivamente. Si tomamos las utilidades por acción de las empresas del IPSA, crema y nata de la elite empresarial, los resultados son sorprendentes, pues entre el 2006 y el 2014 (tercer trimestre) los empresarios aumentaron sus beneficios, como promedio, y descontada la inflación, en tan solo un 0,3% anual. Vista la forma como se han repartido los frutos del crecimiento, se concluye que desde el 2006 el mercado laboral ha favorecido más a los trabajadores y menos a los empresarios.


Para quienes creen, como Piketty, el relato de la debilidad de los trabajadores respecto de los empresarios, y argumentan que las utilidades empresariales crecen más rápido que los salarios, la evidencia empírica chilena demuestra que desde el 2006 esto no es cierto, como tampoco lo es, la manoseada retórica de abuso empresarial contra los sindicatos y sus trabajadores, esgrimida hasta la saciedad por sindicalista y políticos, algunos con evidentes intereses electorales.


¿La RL enviada al Congreso, fue diseñada para solucionar un problema, mal diagnosticado, de distribución inequitativa del crecimiento económico, o para que los sindicatos puedan decidir cómo asignar estos recursos, que el mercado se ha encargado de repartir correcta y equitativamente desde el 2006?


En el Gobierno hay muchos economistas inteligentes y preparados, que aún no opinan de esta reforma laboral con serios defectos de construcción. El ministro Arenas, como buen economista, lo sabía, y por eso se comprometió públicamente con la gradualidad en su implementación; no fue escuchado. El mercado laboral puede y debe mejorarse, sin embargo algo diferente es permitir que políticos, con una mayoría circunstancial, cambien lo que hasta ahora ha funcionado bien, y que en vez de que sea el mercado el que resuelva cómo se distribuye el fruto del crecimiento, sean los sindicatos, pues ahí será verdad lo de que quien parte y reparte se lleva la mejor parte.

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