Pruebas de tensión bajo Basilea III: evaluación necesaria
Patricio A. Jaramillo Director de Risk Advisory de Deloitte
Las pruebas de tensión son metodologías ampliamente utilizadas por bancos, reguladores y supervisores, bancos centrales y organismos internacionales alrededor del mundo para evaluar potenciales impactos de shock agregados a la estabilidad del sistema financiero. De hecho, tras la crisis financiera de 2008 esta práctica tomó especial relevancia, gatillando requerimientos de capital adicionales en países avanzados.
En Chile estas pruebas comenzaron hace más de una década como ejercicios macro prudenciales conducidos por el Banco Central, bajo el ámbito de cobertura del Informe de Estabilidad Financiera. De manera complementaria, la CMF ha aplicado ejercicios similares con un foco micro prudencial, mientras que el FMI ha realizado pruebas de tensión a la banca nacional en el contexto de las misiones del FSAP (Financial Sector Assessment Program).
Todo esto es especialmente relevante si se toma en cuenta que, desde abril, los bancos locales tendrán que comenzar a reportar a la CMF los resultados de sus ejercicios de tensión, en una primera fase para riesgo de créditos y luego todos sus riesgos materiales.
La experiencia internacional deja varias lecciones para la banca chilena, entre ellas que las instituciones que han reportado impactos marginales ante escenarios adversos han sido fuertemente cuestionadas por parte de los reguladores, gatillando cargos adicionales de capital o mayores exigencias en términos de límites regulatorios, promediando en Europa un 2% de capital CET1 y con un piso de 2.5% para Estados Unidos. La literatura denomina a este fenómeno “beauty contest”: mostrar resultados favorables o con bajo impacto, contraviniendo los principios que el Comité de Basilea ha definido para estos ejercicios.
Asimismo, el camino recorrido en otras jurisdicciones deja en claro que se debe converger a metodologías robustas respecto a los datos, así como a modelos formales que caractericen los riesgos y vulnerabilidades de la institución, lo que demanda sumar competencias dentro de las actuales áreas de riesgos y modelos de los bancos.
En cuanto a los desafíos para el regulador, se observa un importante grado de heterogeneidad en los niveles de transparencia que estos despliegan en la práctica, respecto a divulgación de resultados y publicación de metodologías empleadas por la propia autoridad. Por lo general, mayores grados de transparencia y una comunicación clara con la industria supervisada, ha conllevado a mayores avances en estas pruebas.
Es importante también definir cómo coexistirán en la práctica las pruebas de tensión tanto de la autoridad reguladora (Banco Central) como supervisora (CMF), y como éstas entrarán en el análisis por eventuales cargos de capital por este concepto. Desafíos que deberá enfrentar la industria, dado que la nueva Ley le otorgó a la CMF un instrumento discrecional importante asociado al pilar 2, esto es, la capacidad de cargar hasta por un 4% de los activos ponderados por riesgo (neto de provisiones) a las entidades, como resultado de su evaluación de gestión y patrimonio efectivo.
Sin duda existen suficientes incentivos para que la industria pueda, y quiera, abordar los desafíos que implican las pruebas de tensión en el contexto de Basilea III.